sábado, 9 de junio de 2012

LA SOLEDAD DEL CINEASTA DE FONDO


Tomo prestado  el titular que encabeza este post como simil del título de la magnífica película de Tony Richardson y protagonizada por Tom Courtenay que define perfectamente el sentimiento que quiero transmitir.

Lo cierto es que  hay una cuestión a la que con el paso del tiempo no termino de acostumbrarme y es a los estrenos de cada cortometraje que termino. No me gustan, los odio.

Es el día en el que me siento más solo que nunca. Y no lo digo porque no me sienta acogido por  las personas, amigos y familiares que acuden a apoyarte, sino porque es el día en el que  mi cuerpo entra en un estado de placebo extraño. El día en el que antes  de salir rumbo a la sala de proyección, te tumbas con los ojos cerrados unos instantes para intentar calmar la sangre que hierve y sientes correr por tus manos y muñecas. Piensas  que  otra vez ha llegado la hora de entregar una parte de ti que se va, un cacho de alma de la que te desprendes.  Escuchas la música que te relaja y te tumbas para calmar ese instante hasta el momento en el que se apagan las luces e intentas disfrutar de  la proyección a oscuras, en pantalla grande, disfrutando del silencio de la sala, de la imagen cinematográfica, de los actores de la música etc...de la magia del cine, esperando que todo salga bien. Un ritual necesario pero que paradójicamente me aterra.

Entonces llega el momento final, cuando sales de la proyección y el túnel se hace eterno, la soledad te come a cachos y te ocurren dos cosas: Navegas entre un inmenso silencio, como si el público hubiese acudido como zombis a una lobotomía cinematográfica. Como si minutos después no existieras. Te sientes invisible.  Caes en la más inmensa soledad y te sientes intimidado, como cuando te desnudas delante de todo el mundo, cuando  has dado todo lo que tenías que ofrecer y te sientes vacío. 

Mientras tanto la cohorte de los más críticos te hablan de la composición de planos, del etalonaje, de la fotografía, de la música, de la actuación de tal actor o de tus movimientos de cámara, mientras sigues entrando en el oscuro agujero...solo... y todo eso se vuelve obtuso, carente de sentido...y te haces miles de preguntas, sientes por dentro muchas cosas, y te cuestionas qué siente realmente la gente, pero sólo te hablan de enfoques y desenfoques...y tú te lo planteas y la soledad se agranda cada vez más. No siento la empatía. Cuando al cabo de los minutos digieres las sensaciones, te vas...así de simple, con las manos en los bolsillos, con la música a otra parte, otra vez, solo y pensando si lo próximo que hagas valdrá o no la pena y si todo esto realmente tiene algún sentido. Con tu estela masoca llegas  a la conclusión y te autoconvences de que sí tiene sentido, porque de otro modo, estarías muerto. Quizás esa soledad es la que de razón a todo esto y  la que te ayude a demostrarte que puedes seguir adelante.

miércoles, 22 de febrero de 2012

BASTARDOS DE LA DEMOCRACIA

Es carnaval y las calles rebosan de alegría, música y color. Un año más la gente de Canarias toma la calle y la hace suya para celebrar la fiesta de las "carnestolendas" y disparatarse hasta perder el sentido.
Hace unas semanas un señor mayor me decía sabiamente que en esta época de crisis que estamos viviendo y que algunos aún no se atreven a aceptar, hacen falta más películas que nos hagan reír y pasar un buen rato. No le faltaba razón al señor y tampoco le falta razón a todos los que ejercen su lícito derecho a la "juerga" buscando eludir la cruda realidad diaria de un país al que no lo reconoce ni la madre que lo parió, cómo bien decía Kike Maillo,al recibir su flamante Goya a la mejor dirección Novel por "Eva". Un país en el que incluso ya se hacen películas sobre robots que obtienen premios, decía irónicamente.  No todo está perdido.
Tomando prestada esa concepción robótica en la acatamos lo que nos mandan unos amos que nos programa previamente, el doming 19 de febrero, por la mañana, día de resaca carnavalera, los sindicatos de este país habían convocado una manifestación en contra de la reforma laboral que a base de decretazo, aprobó el gobierno presidido por Mariano Rajoy. La marioneta cuyos hilos maneja la llamada "Troika", formada la la U.E, El FMI y el Banco Central Europeo.
Sinceramente no esperaba mucho de los sindicatos, venidos a menos en los últimos tiempos. En su día no hicieron nada para evitar el decretazo de esta reforma, y una vez publicada en el BOE, es cuando se han activado para movilizar a la calle. Tarde, como siempre. Aunque en este caso mejor que sea tarde que nunca.
Sin embargo mi conciencia como ciudadano, parado y solidario con la clase trabajadora de este país, hizo que saliera a la calle y no precisamente disfrazado, sino ataviado con mis ideales intactos para manifestarme en contra de una reforma que creo, nos retrotae a épocas pasadas, por mucho que el señor Rajoy se empeñe en su afán propagandístico, de afirmar que se trata de una reforma "Justa" ", Necesaria" y acorde a la legislación existente en los demás países europeos. Países que sujetan por la correa al perrito fiel de Mariano y comandados por la dicotomía económica que imponen Merkel y Sarkozy.
Un Mariano incapaz, por cierto, de hacer un discurso sin leer el fajo de folios que le preparan sus asesores en cada mitin o intervención pública. Inútil para plantear sus propias convicciones sin meter la pata hasta el fondo con discursos vacíos de contenido No hay que ser muy fan de Maquiavelo para darse cuenta. Un nuevo "fantoche" político marcado por la ferrea disciplina de su partido bajo la sombra y batuta del Fhürer Josemari, que ahora farda de moderno, una vez se ha afeitado su peculiar bigote hitleriano.
Sinceramente no esperaba que asistiera mucha gente a la manifestación. Con los carnavales por medio y un domingo, fiesta de guardar, en un mes de febrero muy frío, poco hacía presagiar una respuesta masiva en la calle. Y así fue. Cerca de 5000 personas, según mis cálculos, se reunieron en Tenerife para secundar la movilización. 500 mil en Madrid otras tantas en Barcelona. Para algunos pueden ser much os, bastantes o suficientes. En mi opinión, una representación escasa de la sociedad.
En Tenerife observé muy poca gente de a pie ( no sindicalistas) y lo que es peor: muy pocos jóvenes. Les eché de menos, al igual que a muchas caras visibles de ese 15-M utópico que se ha desvanecido ahora cuando más se le necesita. Lo que hace plantearme seriamente, cuál fue realmente su finalidad por aquel entonces ante las elecciones municipales y autonómicas y quién era la mano que mecía su cuna. A veces estos movimientos son cuestión de modas, más que de otra cosa.
Mi reflexión tras comprobar todo esto es que seguimos anclados, que lo del 15-M fue un espejismo, que a las nuevas generaciones se las sopla si tendrán un futuro o no y que seguimos abocados a la propia destrucción de nuestro "estado del bienestar".
Este domingo la gente hablaba de la fiesta de la noche anterior, de sus conquistas amorosas de una noche, o del disfraz con el que habían triunfado en los quioscos carnavaleros. Todos ellos ajenos a ese otro carnaval. El carnaval de la supresión de los derechos fundamentales a base de sentencias y decretos. Involucionamos hacía una sociedad precaria y subdesarrollada.
Sí, tenemos derechos a reírnos, a evadirnos de esta crisis por un momento. Yo también lo hago. Pero esa no es la solución a largo plazo. Si seguimos sometidos seguiremos aceptando lo que hemos sido después de la transcición : unos conformistas. Sin embargo la primavera estalló en Valencia. Quizás cuando muchos pensaban  que "no estamos tan mal" , que es lo que piensan o tratan de pensar y creerse  los cínicos e hipócritas derechistas y demás secuaces del poder, que son  capaces de defender la actuación de la policia en Valencia suministrando jarabe de palo a los jóvenes estudiantes que se manifestaban por los recortes en educación y mostrando toda su maquinaria propagandística voceando que esos jóvenes son  "radicales antisistema". El mismo discurso repetido que ya cansa. ¿Quiénes son los radicales? los que a base de violencia callan a los que alzan sus libros en forma de protesta? o la figura de un jefe de policia que llama enemigos a esos ciudadanos que se manifiestan libremente. Luego el señor Rajoy avisa que esa no es la imagen de España. Que le jefe del estado se preocupe más por la imagen que estos conflictos generan fuera de España es como aquellas madres que reprenden a sus niños por aquello del "qué dirán" una evidencia  de la clase de tipo  que tenemos al frente del gobierno.
La sociedad y la vida evoluciona, conformarnos es morir. Exigir un trato digno para todos en igualdad es lo propio de una país que observa como un gilipollas, que las leyes, los jueces, los banqueros, los mercados y los los políticos corruptos nos mean en nuestras propias caras mientras nosotros en lugar de tirar de la sisterna, saboreamos y tragamos como corderitos su orín apestoso esperando que nos solucionen el problema con parches que ni siquiera el estado puede ya sufragar.
Incrédulos los que creen que esta crisis, pasará, que todo volverá a ser como antes. Nada volverá a ser igual. El punto en el que nos encontramos debe ser de no retorno. Si la gente prefiere salir a la calle disfrazada y olvidar que en pocos años, ese mismo carnaval que adoran desaparecerá tal y como ahora lo disfrutan, es cuando ya será tarde. Cuando nos arrastremos por las calles como zombies pidiendo comida, con nuestros derechos desvencijados, putrefactos bajo la señas de la "Mamá Democracia" . Una democracia inventada que nos vendieron nuestros educadores, nuestros maestros, nuestros políticos. Una mentira que nos ha mantenido más de 30 años callados, adormilados y engañados. Los países árabes nos han enseñado el camino.
Pero sentiremos hambre y mayor represión. Será entonces cuándo quizás dejemos el disfraz y nos pondremos el mono para luchar en la calle por nuestra dignidad como personas. Quizás ya sea demasiado tarde o no.
Sinceramente creo que no hay nada que perder y mucho que ganar. Cuando realmente tomemos conciencia de eso, dejaremos de ser lo que hemos sido siempre desde hace más de 30 años: Hijos bastardos de "Mamá democracia".

martes, 24 de enero de 2012

INFILTRADO EN AAIÚN: PARTE II (Comienza el viaje)

COMIENZA EL VIAJE
Desde el aeropuerto de Gran Canaria tomamos el avión hacia la ciudad de Dajla, Antigüa ciudad de Villa Cisneros cuando era provincia española. Volamos en un aparato muy pequeño con apenas pasaje para veinte personas. Una fila de asientos a ambos lados de la cabina y un estrecho pasillo en el que hay que agacharse para caminar, conformarán nuestro hábitat natural durante la próxima hora y diez minutos que durará el viaje. Desde mi asiento observo como los pilotos maniobran los instrumentos de navegación. De nosotros, sólo les separa una tabla de madera que sirve como separador con la cabina de pasajeros. Delante de mí, una mujer marroquí vestida tradicionalmente, agarra fuertemente en su mano una especie de collar de cuentas. Reza una y otra vez versos del Corán por su familia y por todos los pasajeros del avión me dice. Luego muy amablemente me ofrece un chicle de menta fuerte. Tras una hora de vuelo desde el continente africano, una gran mancha amarilla se extiende delante de nosotros, son las arenas del desierto del Sáhara. La lenguada península se extiende bajo nosotros y vemos las pequeñas luces naranjas de la ciudad de Dajla. Desde arriba se asemejan a luciérnagas estáticas que alumbran hacia el cielo mientras el sol se oculta. Pequeñas casas muy pobres, conforman el puzzle de una ciudad que vive prácticamente de la pesca y del poco turismo foráneo que la visita de paso.

 Finalmente tomamos tierra. La bandera marroquí ondea en la pista de aterrizaje. Todos nos preguntamos qué pasará ahora ¿Pasaremos el control de pasaportes? ¿Nos requisarán el material que llevamos? ¿Nos devolverán a Canarias? Es el momento de saberlo, así que con tranquilidad nos dirigimos con el resto del pasaje al primer control de llegada al aeropuerto. El lugar es pauperrimo. Una pequeña cristalera nos separa de la cabina de los agentes. Una papel arrugado pegado al cristal del control, indica el paso para los ciudadanos marroquíes. Algunos militares se han quedado fuera fumando un cigarrillo y nos miran de vez en cuando con mala cara. Junto a un matrimonio alemán y un asiático, somos los únicos extranjeros, así que me aterra pensar que podamos despertar ciertas sospechas. Aguantamos la respiración y avanzamos en la cola. Una lámpara fluorescente en el techo no deja de encenderse y apagarse intermitentemente. Es como si sobre nosotros estuvieran cayendo un fuerte bombardeo. La situación es incómoda. Hay varios gendarmes controlando los equipajes. Nos hacen rellenar un papel con nuestros datos y profesiones. En ese momento, susurrando, acordamos decir que Manuel será profesor de lengua y nosotros sus alumnos estudiantes. Cada uno pasa el primer control de pasaporte individualmnte y poco a poco después el de revisión de equipaje con más facilidades de las que esperábamos. La tensión se rebaja. Yo soy el último en pasar. Fuera del aeropuerto nos espera un amigo de Manuel.....me estrecha la mano y nos da la bienvenida, parece de fiar. Nos presta su coche a cambio de dinero. Nos lleva hasta su casa muy cerca de la última iglesia que sobrevive de la herencia española del colonialismo. Allí nos abandona para que podamos ir a buscar un hotel.


La ciudad parece tranquilia. Poca policia y mucha calma. Incluso parece animada con gente comiendo y paseando por sus largas y anchas avenidas. Unos jóvenes nos saludan "salam maleikon" les respondemos "maleikon salam". Encontramos un hotel y decidimos quedarmos a dormir allí esa noche. Aprovechamos para comprobar todos los equipos y prepararnos para atravesar el desierto al día siguiente. En la habitación, Ángel y Nuria efectuan la pruebas de envío a Madrid con un ordenador portatil conectado una antena de satélite para comprobar su funcionamiento. Después de un rato, el envío sale bien. Todo correcto, ya estamos listos para dormir y emprender nuestro viaje por el desierto.


LA TRAVESÍA DEL DESIERTO  Y LOS PRIMEROS CONTROLES

A primera hora de la mañana cambiamos unos cuantos cientos de euros en Dirhans, la moneda oficial en Marruecos. Repostamos, llenamos el tanque de gasolina y emprendemos la marcha.

Primer problema a la salida de Dajla: el primer control de policía. Un gendarme armado con fúsil de corto alcance nos para y nos pide los pasaportes. Desde la cabina de seguridad nos miran otros militares. Antes de consultar los documentos nos pregunta a qué nos dedicamos. Optamos por decir lo mismo que declaramos en el aeropuerto. Después de un instante mirándonos como si quisiera leernos la mente, nos devuelve los documentos y seguimos adelante. En las afueras de Dajla aún permanecen algunos viejos cuarteles del ejército español con forma de castillo que ahora utilizan las fuerzas marroquíes. Pasamos por delante de ellos sin despertar ninguna sospecha. Mientras, escuchamos por la radio las últimas noticias que llegan desde el Aaiún que siguen hablando de una ciudad sitiada.



Rodamos por la carretera N-1 a través del desierto del Sáhara que conduce directamente a El Aaiún. A la izquierda la costa, a la derecha el inmeso desierto y el continente africano. La cuneta de la carretera es un cementerio continúo de neumáticos reventados por el calor o los pinchazos. Las ruedas se suceden a un lado y otro lado de la carretera durante todo el recorrido, abandonadas a su suerte, como si su rastro indicara el camino hacia el sur de África a las caravanas de camiones. Nada por delante, solo asfalto y arena caliente.

Durante dos horas apenas nos cruzamos con una decena de coches, camiones de mercancías o algún motorista aventurero cargado hasta la cejas con comida, casetas de campaña y lo necesario para sobrevivir en este ambiente, rumbo al sur. En un lugar con pocas fuentes de información, aprovechamos para conocer de primera mano cómo ha amanecido en la ciudad de Aaiún para contarlo en las noticias de las 15.00 horas. Manuel consigue hablar con dos contactos que viven allí por vía telefónica. Uno de ellos nos puede aportar poco. Teme por su vida, nos cuenta, está escondido en casa, han quemado su coche y nos pide que no le llamemos más. Piensa que su teléfono está pinchado. Lo más curioso es que pese a ser saharaui, trabaja como funcionario para el gobierno marroquí. El otro contacto nos habla de la alta vigilancia militar a la cual está sometida la ciudad. De momento nada que nos confirme el número de víctimas en las revueltas que es lo que buscamos. Paramos en mitad del desierto para grabar una entradilla para el informativo contando lo que sabemos y seguimos adelante. Varios kilómetros más adelante volvemos a parar para recibir instrucciones desde Madrid. De pronto dos personas paran su furgoneta delante de nosotros . Son dos funcionarios encargados de limpiar de arena las señales de tráfico del desierto. Intentamos disimular que nos hemos detenido para hacer nuestras necesidades. Uno de ellos se dirige a nostros y nos invita a comer algo pero le damos las gracias amablemente y emprendemos el viaje rápidamente para no despertar sospechas. Unos 50 kilómetros más adelante, nos encontramos con un apartadero donde permanecen estacionados varios camiones con soldados. Pasamos rápidamente por delante de ellos. Necesitamos grabar otra entradilla para el informativo y el tiempo se nos echa encima.

Apenas dos kilómetros más adelante tenemos que parar. Andamos escasos de tiempo. Vemos una pequeña colina dentro del desierto que nos puede servir para ocultarnos. Nos salimos de la carretera y nos adentramos por el sinuoso terreno del desierto sorteando sus vaivenes hasta que podemos ocultarnos tras la colina a unos doscientos metros de la carretera. Allí oculto, grabo una nueva entradilla para el informativo. Rápidamente Manuel y yo, dejamos a Ángel y Nuria para que envíen el material y volvemos a la cuneta con el coche por donde hemos venido para no despertar sospechas. Algunos vehículos militares podrían vernos desde allí y es peligroso. Ángel y Nuria escondidos tras la colina, desplegan la antena satélite para realizar el envío. Este tipo de antena posee una brújula incorporada ya que es necesaria orientarla para poder obtener la señal necesaria para el envío. Necesitamos al menos una media hora para preparar y completarlo. Al final lo conseguimos. Los informativos nacionales abren con nuestro información.


Cuando eso ocurre nosotros llegamos a un pequeño bar de carretera, el primero que vemos en unos 200 kilómetros. En la entrada algunos viajeros comen los últimos restos de "tallín de pollo". Manuel se encarga de decirle al encargado que somos profesores y alumnos. Pedimos un tallín de pollo. Una comida típica de la zona compuesta por carne de gallina y verduras. Mientras saboreamos el guiso, eso sí, con la incómoda visita de las moscas del desierto que revolotean por todo el lugar, un empleado entra en el bar con varias gallinas que sujeta por el pescuezo. Los animales cacarean sin cesar. Los lleva a una habitación contigua. De pronto oigo el sonido hueco y sordo de un cuchillo golpear en la madera varias veces. Las gallinas dejan de cacarear y a mí se me quitan las ganas de comer.

Continuamos nuestro recorrido. Nos queda apenas 100 kilómetros para llegar a la ciudad de Boujadour. Durante la travesía observamos los pequeños asentamientos de colonos marroquíes que poco a poco van comiendose el territorio. Algunos con casetas de campaña, otros con pequeñas construcciones, con su mezquita incluída. Todos ellos enarbolados con la bandera roja y la estrella verde de Marruecos.

LLEGADA A BOUJADOUR

Sobre media tarde llegamos a la entrada. Nos encontramos otro control. Este más severo. Manuel, sin percartarse no hace el stop·obligatorio  y un gendarme nos detiene. No tiene cara de buenos amigos. Delante de nosotros se extiende una cadena con pinchos de acero para detener cualquier intento evasivo. Ángel aprovecha para encender la mini cámara. El gendarme nos pide los pasaportes, nos vuelve a preguntar a qué nos dedicamos, volvemos a repetir que somos estudiantes. El gendarme no se fía, se lleva nuestros pasaportes, aprovechamos y pasamos la cámara a Nuria que desde el sillón trasero del coche logra con cierta dificultad y a escondidas grabar algunos planos. El agente vuelve al coche, nos dice que necesitan hacer una fotocopia de nuestros documentos. Pensamos que puede que nos hayan reconocido porque tardan más de 15 minutos en volver con los pasaportes. Son momentos de tensión. Desde el coche se puede ver como detienen a otro camión y de la oficina sale algún militar armado con subfusil de corto alcance. Al final nos dejan pasar y tenemos  el  material grabado del control. Nos congratulamos por ello.

Entramos en la ciudad. En la avenida principal circulan bastantes coches de policia. Hay mucho movimiento en los comercios y mercadillos de la zona en unas calles muy transitadas. Esto me hace sentir cierta inseguridad. Llegamos a un descampado y nos arriesgamos a grabar allí una entradilla para el informativo de la noche. Lo hacemos con cierto disimulo, como si fueramos turistas que grabamos un video del lugar, hay que ser precabidos, hay muchos ojos que nos pueden observar.

 Luego localizamos un pequeño hotel. Varios niños que juegan sucios en la calle se acercan a nosotros para pedirnos dinero. Nuria lleva en su bolso una gran reserva de golosinas y de chupa chups. Algo que siempre ha utilizado en otros lugares como Irak. Los reparte entre los niños que desaparecen con una sonrisa de lado a lado. Debemos montar rápido la noticia para la noche. La habitación de Ángel se convierte en el centro de operaciones. La cama se llena de cables y yo redacto la noticia en mi libreta Moleskine ( Por un instante me siento como Ernest Hemingway, nada más alejado de la realidad).

Después de locutar el video, rompo en trocitos lo que he escrito y lo tiro a la papelera para no dejar ninguna pista del trabajo. Mientras, Ángel edita a duras penas el video para el informativo. Nuria busca en la azotea un buen lugar para captar señal con la antena. Manuel y yo nos percatamos de que nadie intente subir por si acaso. Depués de un rato Ángel termina el video y sube junto a Nuria para hacer el segundo envío del día. Comienza a oirse el sonido amplificado del rezo de las mezquitas en toda la ciudad. Bajo su eco, nuestros dos compañeros realizan el envío escondidos en la azotea. La noche ha caído sobre Boujador pero finalmente podemos hacer llegar nuestra crónica e irnos a dormir. Mañana será un día duro. Nos quedan cerca de 200 kilómetros e  intentaremos entrar en Aaiún. Pero  aún no somos conscientes de lo que vamos a pasar en el control de salida de la ciudad a la mañana siguiente.

jueves, 19 de enero de 2012

INFILTRADO EN EL SÁHARA OCCIDENTAL

Desde hace más de un mes he dejado de ser periodista "pagado en nómina" sin embargo pese a todo, sigo siéndolo. No me queda remedio, creo que es lo único que sé hacer.

Hoy desde la serenidad y la calma, empiezo con este post, mi relato de lo que fue mi última y pequeña aventura como reportero televisivo en tierras marroquíes. Aunque quizás debería decir "saharauis".
En noviembre de 2010, el ejército de Marruecos desmanteló a la fuerza el campamento de la dignidad. Pese a que lo negaron, la evidencia fue más que clara. Para que nada se supiera sobre los asesinatos que cometieron los soldados, el gobierno alauita se dedicó a expulsar a todos los periodistas que se encontraban en el Sáhara Occidental. Especialmente en su capital Aaiún. Durante 4 días pude informar a duras penas de lo que allí sucedía. Escondido y haciéndome pasar por turista junto a otros tres compañeros.

 Esperando que pueda interesarle a alguien, este es mi pequeño relato de esos días.

EL "PLAN B"

DESTINO DAJLA, OBJETIVO EL AAIÚN


Los estudiantes de la Facultad de Educación de la Universidad de La Laguna gritaban por sus derechos. Las calles centrales de la ciudad universitaria retumbaban al son de sus vítores contra el rectorado. Los curiosos, sobre las aceras, fijaban sus miradas al paso de los cerca de 500 alumnos que armados solo con sus pancartas y sus reivindicaciones, exigían mejoras para un centro facultativo que se caía a trozos. Los balcones de los edificios de la zona estudiantil empezaban a desperezarse. Las diez y media de la mañana se nos había echado encima y muchos estudiantes despertaban aún con el pijama marcado por las sábanas. Desde la alta tribuna que les proporcionaban las terrazas de sus edificios de habitaciones compartidas y terrazas de salvación para exámenes de grado, observaban como sus colegas, abajo, paralizaban las calles con sentadas a la espera de una respuesta, en su purgatorio personal. Nada nos hacía presagiar al Operador de Cámara Ángel Hernández y a mí, que cubriamos la manifestación para el informativo regional de Canarias, la decisión en frío que tendríamos que tomar segundos después.

Tras entrevistar a varios representantes de los alumnos vibró el móvil en mi bolsillo del pantalón. Era nuestro realizador. Fue directo, claro y conciso con la pregunta ¿Iván: se van para El Aaiún? Entre el alboroto de gritos y pancartas de los estudiantes y sin tiempo para pensarlo, lo consulté con Ángel. La respuesta de ambos fue igual de clara, inconsciente, inmediata y precisa: Sí.

Chocamos nuestras manos en señal de complicidad ante lo que acababamos de aceptar y nos dispusimos a regresar a la delegación para preparar la aventura que nos esperaba. En ese momento ignorábamos cuánto duraría, visto el ferreo control de entrada impuesto por Marruecos en el Sáhara Occidental.

"EL PLAN"

Como si de una estrategia militar se tratase, el plan consistía en una "ataque" frontal con un equipo y otro por retaguardia a la ciudad de Aaiún, sitiada por la policia y el ejército marroquí que gracias a su cerrojo informativo, había expulsado ya a muchos compañeros periodistas españoles y extranjeros que habían intentado informar desde allí con más o menos fortuna.

El gobierno del reino Alauita negaba la entrada a cualquier "testigo incómodo" que llegara dispuesto a contar las atrocidades que se habían cometido en la zona tras el desmantelamiento del campamento de Gze Midik y los incidentes violentos que posteriormente se sucedieron y a los que muchos ha denominado ya "La batalla de El Aaiún". Había mucho que ocultar y nosotros viajábamos con el interés de conocer qué ocurría y cuál era la cifra de víctimas en ambos bandos tras los disturbios. Un primer equipo formado por el redactor y editor Luis Socorro y el operador de cámara Luis Pablo Morales saldría del aeropuerto de Gando en Gran Canaria junto a otros 9 compañeros de distintos medios españoles. Su vuelo formaba parte de una línea regular que unía directamente Gran Canaria con el aeropuerto de El Aaiún. Todos sabían que la entrada estaba practicamente descartada, pero pese a ello lo querían intentar. La segunda opción era la nuestra. El operador de cámara Ángel Hernández, la productora de Madrid Nuria Álvarez, el guía Manuel Pío y yo vijaríamos a Dajla, una pequeña ciudad de pescadores situada en una estrecha lengua de tierra similiar a la de California en aspecto y que se levantaba en una península al sur del Sáhara, a unos 600 kilómetros de Aaiún. Intentado despistar a las autoridades marroquíes, nuestro objetivo era avanzar desde allí hacía la capital del Sáhara Occidental a través de la carretera del desierto.



LA CALMA TENSA


Cuando sabes que viajas para informar a una zona de conflicto te corroen las dudas, la incertidumbre, la ansiedad por desconocer qué es lo que te vas a encontrar y cómo lo vas a afrontar. La cabeza te da vueltas, imaginas constantemente las situaciones de peligro y tensión que posiblemente vayas a sufrir. Especulas y construyes en tu imaginación cómo reaccionarás ante ellas y te preguntas si existirán posibilidades de informar con seguridad o con ciertas garantías sabiendo que el ejército de ocupación de la zona a la que viajas está contra tí. Esa noche no duermes bien. Recuerdas las noticias de los días pasados. Se te tatuan las imágenes de las muertes, torturas y asesinatos. Sin embargo, las ganas de viajar, ser testigo y  conseguirlo te absorven la cabeza y las sábanas te sudan los nervios. El sueño se te antoja largo, el despertar corto y la marcha angustiosa. Respiras al salir a la calle y cerrar con llave la puerta de tu casa. Suspiras por el camino y te despides de los familiares, de los amigos y compañeros de trabajo con una sonrisa de preocupación y un abrazo de estima que enfrascas para el  ánimo.


Es el ritual. Si no sintiera todo esto, si que me preocuparía o me desesperaría. Pero para mí estas sensaciones forman parte de la rutina previa de cada viaje que emprendo. Es el momento de sacar lustre a mi amuleto mental y sentimental. Sigo sintiendo todo eso, así pienso que  tendré el suficiente ánimo para confiar en que todo irá bien en el camino.

RUMBO A DAJLA


Antes de salir hacía el aeropuerto recibimos las instrucciones del editor de los informativos de fin de semana de Madrid y conocemos quien será nuestro guía de viaje: Manuel Pío, un periodista retirado que ha vivido durante un año en El Aaiún. Él conoce perfectamente la zona y los contactos tanto saharauis como marroquíes, que nos pueden ayudar en nuestra estancia allí. Es un hombre alto, con pelo canoso y abundante, con una voz potente y un inmejorable don de gentes que me transmite cierta seguridad.

Pese a ello y para sentirme mejor, le pido como favor a nuestra directora que me prometa que si regresamos  todo sale bien, me regalará un volumen grueso de la antología de fotografías de Robert Capa que he visto descansando sobre el sillón de su despacho. Ella, encantada, accede. Satisfecho, me despido y me marcho mucho más tranquilo.

En el aeropuerto de Gran Canaria coincidimos con los compañeros que parten en unos minutos para el aeropuerto de Aaiún con el resto de medios españoles. Nos despedimos de ellos y les deseamos suerte. Junto a mí, el equipo lo forma el propio Manuel Pío, Ángel y Nuria Álvarez, nuestra productora de Madrid que pese a su juventud ya ha experimentado lo que es trabajar en zonas de conflicto como Irak, Chad, o México. Allí nos reunimos los cuatro. Ya estamos juntos y preparados para emprender el viaje. Nuestro avión sale a las 16.30 y esperamos su salida almorzando en un restarurante del aeropuerto y viendo por televisión las noticias que llegan desde el Sáhara.

Después de poco más de dos horas, como era de esperar, El plan "A" falla. A eso de las 15.30 de la tarde nuestros compañeros regresan de El Aaiún en el mismo avión que volaron. Las autoridades marroquíes no les han dejado bajar y regresan junto a Angels Barceló y su equipo de la Cadena SER que han permanecido escondidos en la ciudad durantes diez horas antes de ser descubiertos, retenidos y expulsados del país. Nos cruzamos con ellos en la terminal de salida ante un gran número de medios que han venido a cubrir la noticia. Después del ajetreo ahora sí que nos despedimos por última vez de nuestros compañeros. A partir de ahora se activa el "El Plan B" y lo llevaremos a cabo solo... nosotros cuatro.




martes, 3 de enero de 2012

DESPIDO IMPROCEDENTE

Las armas de papel guardaban sus dardos mortales en la sombra
Mentiras podrídas sostenían los pilares debilitados y devorados por  la ineptitud
Crisis, empresas, cafés, vidas arriesgadas...cafés atados a  donuts  y más trabajo
Yo junto a tí, mientras tanto...

Miradas vagas...noches vacías...el futuro más cercano
la tecla convertida en mi amiga del alma. Un donuts de tarde y apenas dos manos
Silencios que pedían un grito, incomunicación comunicativa...decadencia pestilente
Yo junto a tí... mirándote y  todo pasaba mientras tanto...

Preguntas sin retórica....respuestas emitidas...descaros sordos, sonrisas bucólicas
entrevistas mediáticas en un medio mediatizado....mímesis ..crónicas de una muerte anunciada....
zombies del asfalto
plumilla desvencijada...
siempre... mientras tanto....
Tanto trabajo para qué

Aquel día el pasillo se extendió junto al corredor de la muerte
Sombras  en su propia carne alimentaban el cañón de..."las cosas son así"
burdos cobardes encadenados, esclavos reciclados
Máscaras de gas sin sangre derramada pero con tinta de despedida
Ejecutores sin pena, pobres indecentes...

break....coffe and montadito después de la masacre

Está usted despedido
¿Motivo? Apelo a mi claúsula de conciencia.
Gracias y suerte.