CRÓNICA DE UNA NUEVA HELADA NOCHE NEGRA

Siento cerrar así este viernes, pero ayer fue un día de intenso trabajo que se giró a media tarde. El cuerpo de la joven Isabel Canino, que había desaparecido hacía dos meses, había aparecido en la fosa séptica de una casa de La Laguna, muy cerca de donde vivo y de una zona que he frecuentado desde hace años. Dejé la redacción y me acerqué al lugar para prestar ayudar a los compañeros que habían ido a cubrir la fatídica noticia. Aún había luz, claridad. Los coches de policía acordonaban las dos manzanas que rodeaban la casa en la que vivía un grupo de estudiantes de alquiler. Decían que desde hacía tiempo el baño olía mal. La policía ya había registrado el lugar pero en esa ocasión no sospecharon nada. Lo que no se podían imaginar los inquilinos es que debajo de ellos, yacían los restos de Isabel. Poco a poco, la oscuridad se fue adueñando de la zona. Los familiares salían destrozados de la casa, entre ellos, la madre de Isabel, acompañada por varios familiares y sin apenas poder caminar. Pasó por delante de mí, con la cabeza gacha y con el rostro invadido de lágrimas. El silencio era aterrador. El frío empezaba a calar en los huesos y yo estaba allí con lo puesto, un pantalón y una camisa. Cámaras, redactores, fotógrafos. Todos apuraban sus posiciones preparados para captar imágenes, para captar el momento en el que fuese trasladado el cadáver de la víctima. La casa donde apareció era propiedad de su ex pareja sentimental que fue detenido nada más saberse el hallazgo. Los familiares no paraban de caminar por los alrededores. Llegaba el juez, la policía científica, y poco a poco familiares y conocidos que cruzaban el cordón policial abrazándose y tratando de secarse las lágrimas de impotencia. Muchos vecinos se colocaban justamente detrás de la hilera de cámaras de televisión que se apostaban a escasos cincuenta metros de la puerta de la casa. Desde allí intentaban vigilar todos los movimientos que se realizaban desde el interior de la casa. Nos helábamos pero no nos importaba. Se había cometido un atroz asesinato y nosotros estábamos allí para contarlo, para denunciarlo. Después de tres horas intensas de espera, el cadáver era trasladado en una furgoneta al paso de los aplausos de los que allí se encontraban. Eran las 23.30 de la noche.
Hoy por la mañana vi a la hermana de Isabel. Mostraba una gran entereza . No me acerqué, sólo la miré desde mi mesa de redacción deseándole desde mi conciencia, el más potente de los consuelos. Nadie, ni siquiera ella se explica la sangre fría desde la que ha actuado la ex pareja de Isabel. Respetando su derecho a la presunción de inocencia. Me cuesta mucho entender que su conciencia no se remuerda ante tamaño, abominable y escabroso hecho.

¡¡No hay palabras!!