miércoles, 9 de septiembre de 2009

FETICHE 7


Natalia arrastraba a cualquiera a su cama pero solo cuando ella quería. Tenia el poder sobrenatural de la mujer fatal que destapa sus sensibilidades mediante el sexo. Las noches se le hacían menos amargas detrás de la barra. Todos la llamaban Divina. Parecía que las fuerzas de la naturaleza no se ponían de acuerdo para catalogarla, pero atraía tanto a hombres y mujeres como homosexuales. Natalia reía tras la barra todas las noches. Llevaba su vida a cuestas desde los 14 años cuando un tipo de 47 años le quitó su inocencia. Ella le quiso, pero fue su primer y único fracaso sentimental hasta entonces.
Había llegado a Barcelona huyendo de las garras de su ultimo amante: un poseso esquizofrénico que la perseguía a cualquier lugar donde fuera. Por eso se cambió de nombre nada mas llegar a la ciudad. Desde entonces fue Vanessa con dos “eses” un nombre con curvas, bajadas y subidas, como hasta entonces había sido la vereda de su destino. Su cuerpo se marcaba a sus tatuajes como sus deseos a las arrugas de su vida. Fumaba para calmar sus heridas, pero nada atajaba más su ansiedad que follar, follar como una loca que pierde el sentido.

Servía con un top blanco que se extendía hasta el horizonte de su ombligo El pelo corto, moreno y los labios gruesos, estigmatizados por miles de aromas, sabores y formas que habían penetrado en su boca. La barra hacia el resto. Miles de proposiciones indecentes, cuantiosas propinas vestían sus noches, pero Vanessa, aunque no era consciente, seguía sin ser feliz.

A pocos metros de su bar vivía Samuel, un joven universitario de segundo año de carrera de económicas por mandato de su padre. Era alto con el pelo castaño oscuro y de complexión normal. Labios gruesos y pelo corto. Amaba los tatuajes. Pero era un chico introvertido que se relacionaba poco. Pasaba casi todo el día encerrado en su habitación conectado a Internet o consumiendo las películas de sus estrellas del porno favoritas. Chrystal Steal o Sasha Grey eran sus preferidas. Hasta le fecha ellas había vestido la soledad de sus noches, pero Samuel Aunque no era consciente, seguía sin ser feliz.

El día en el que Samuel decidió buscarse la vida para pagarse sus caprichos y de paso la carrera, no estuvo muy lejano de aquellas fechas. Samuel consiguió trabajo de camarero en el bar de Vanessa y desde entonces nada fue igual. Aquel renacuajo alto se convirtió en el pequeño tesoro de Vanessa. Cuando los chicos guapos de la noche se le acercaban a la barra, ella solo tenia ojos para Samuel. Lo veía limpiando los vasos en el fregadero y se estremecía el corazón. Vanesa tenia por aquel entonces 30 años, Samuel solo 21. Le costo mas de dos meses que le hiciera caso pero lo consiguió. Nunca ningún tío se le había resistido de aquella manera. La noche en la que le pidió que la acompañara a casa llovía pero estuvieron durante todo el camino comiéndose las bocas. Ella le decía que una mujer como ella no podía estar con un chico tan guapo y alto como él, pero Samuel no creía lo que le decía. A ella le excitaba su edad, su carne nueva, limpia de impurezas, de...marcas.... Samuel adoraba la dulzura con la que ella le trataba.

Después de llegar al portal, Vanessa le invitó a subir. Le perfiló los labios con sus dedos mientras las gotas caían del lóbulo de sus orejas hasta la comisura izquierda. Samuel sintió un latido tenso en el corazón. Abrió la puerta y entraron. Era un edificio de siete pisos. El ascensor no funcionaba y comenzaron el ascenso. En el tercer piso se fue la luz. Vanessa aprovechó el momento agarró a Samuel bajo sus braguitas y en la misma escalera le pidió que la penetrara. Samuel no sabía qué hacer, pero su erección fue tan brutal que no se lo pensó. Su miembro se deslizó sin ningún problema en el interior cálido de Vanessa que sentía como sus bragas se estiraban a la altura de sus rodillas. No le importaba. De vez en cuando algún relámpago iluminaba la escalera. La penetró
hasta que su esencia se liberó. Lo hizo fuera, sobre las nalgas de Vanessa. Sudorosos, sus sonrisas se ahogaron en sus alientos cansados. El breve espacio de tiempo se había convertido en un cuento de hadas.

Las noches de Vanessa y Samuel se convirtieron en lazos de espuma. Ella le enseñó todo lo que la vida no le había dado y él esculpió la dulzura que había permanecido escondida en su corazón. Al cabo de seis meses Vanessa se fue de Barcelona. Otro puerto le reclamaba. Le dolió separarse de Samuel pero ambos escribieron su honestidad en sus corazones para siempre.
Hoy en día ningún sabe dónde se encuentra el otro. Meses después Vanessa miraba el tatuaje que se había hecho en recuerdo de Samuel, mientras acababa el cigarrillo después de una noche de placer. Sin embargo supo que todas las noches que ya viviera, no volverían a ser las mismas aunque en el futuro volvieran a encontrarse.

1 comentario:

Deprisa dijo...

Insinuante y muy excitante relato de una mujer seductora. Un saludo.