Siempre que voy al cine intento dejarme llevar por lo que me transmite la película, por su historia. Independientemente de los prejuicios o los análisis de la factura del texto, dirección etc.... Si me llega, me llega. Bala triste de trompeta me saca de la butaca desde la primera secuencia. El comienzo es prometedor pero nada más lejos de la realidad. Unos payasos que se alistan en el ejército republicano para luchar en la Guerra Civil, disfrazados como eso, como payasos. De la Iglesia construye así un orgasmo iniciático violento al estilo Tarantino. Aunque quizá ponerlo a la altura de Quentin sea un pecado cinéfilo que no me podría perdonar.
La carta de presentación te demuestra que no estás ante un guión realista porque no existe sin más. Más bien parecen imágenes sacadas del subconsciente más profundo del propio director y unidad sin ton ni son y que reflejan sus fantasmas, sus recuerdos de la infancia y un estilo que lo ha caracterizado en sus anteriores películas. Un potaje visual, histriónico y carente de sentido. Secuencias construidas con calzador, sin ninguna sutileza. Algo que quizás echo de menos en el cine español. La España cañí vista a través de los ojos de Alex de la Iglesia para tejer una historia de dos payasos: uno tonto y otro triste que terminan odiándose a muerte por el amor de una chica más estereotipada que el turrón El Lobo en Navidad. Una historia de enfrentamiento y venganza que intenta a duras penas, transmitir la situación de los últimos días del franquismo a través de los ojos de estos dos...payasos. (La mayor parte de la película transcurre en 1973) .
Algunos lo han calificado de atrevido, valiente, de diferente. Sin lugar a dudas. Esta película es diferente...por el tratamiento friki de sus personajes (Plutón verbenero, es un ejemplo claro a donde referirse) Pero la valentía, el riesgo y la originalidad no consisten en poner a unos payasos monstruos (simbología, claramente choteada en el cine de terror) ametrallando a la peña, o haciendo de chicos malos. O de combates estelares en el Valle de Los Caídos, o de iconografías pasadas de Raphael cantando y llorando amargamente.
Me duele decir esto porque admiro a Alex de la Iglesia pero con todo mis respeto, esta película es un collage de frikadas, que hará maravillar a muchos pero también odiar el film a otros tantos. En Venecia la prensa española alabó la película, la prensa internacional, la puso a parir, lógicamente porque es una película “Tipical spanish”. Pese a ello, ganó esos dos premios. Aún no entiendo por qué. Se trata de una película de serie B hecha con una pasta. Mi pregunta es ¿La hubiese producido alguien si el señor Alex no hubiese sido Presidente de la Academia? Me gustó el día de la Bestia y La comunidad. Me parecieron geniales. Mucho menos Los crímenes de Oxford, pero me duele que con tanto dinero se haga esto en el cine español. Por salvar algo salvo, la genial intrepretación de sus actores, hay que tenerlos bien puestos para meterse en personajes semejantes, y la dirección del señor Alex, a la que no pongo ningún reparo, incluyendo su fotografía y su sonido, que son notables, poco más. Tal vez en alguna otra visión pueda encontrar cosas nuevas pero lo dudo, se me hace duro.
Este no es el cine español que me gustaría ver. Enquilosado y dándole una vez más una vuelta de tuerca cutre a los viejos clichés transnochados y sin intentar conseguir un estilo diferenciado, una seña de indentidad. Un denominación de origen. Quizás mis gustos vayan por otro lado, quizás sea un iluso al pensar que el cine español sí merece una oportunidad diferente para los jóvenes talentos que vienen de atrás sin estar envenenados con lo que siempre se ha hecho. Alguna vez ha pasado, sólo alguna vez. Quizás piense en un cambio de rumbo, pero no creo que sólo sea una asunto de gustos ni de todo esto, sino de estómago y Balada triste de trompeta hace que se me revuelva por no decir otras cosas. Amén
Este no es el cine español que me gustaría ver. Enquilosado y dándole una vez más una vuelta de tuerca cutre a los viejos clichés transnochados y sin intentar conseguir un estilo diferenciado, una seña de indentidad. Un denominación de origen. Quizás mis gustos vayan por otro lado, quizás sea un iluso al pensar que el cine español sí merece una oportunidad diferente para los jóvenes talentos que vienen de atrás sin estar envenenados con lo que siempre se ha hecho. Alguna vez ha pasado, sólo alguna vez. Quizás piense en un cambio de rumbo, pero no creo que sólo sea una asunto de gustos ni de todo esto, sino de estómago y Balada triste de trompeta hace que se me revuelva por no decir otras cosas. Amén
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