A Eloy los bizarros le atraían, creció junto a ellos en una época en la que el hip hop no estaba de moda y las chicas no vestían minitangas para sentirse más cómodas o sexys. Ahora todo eso había cambiado. Muchas veces soñó con que volvía suplicar a los profesores que hicieran levantar a Anabel delante de su pupitre. Era un instante supremo donde la cinta elástica de sus braguitas blancas retrataba el momento crucial de sus mañanas de instituto, el punto álgido del día donde los nervios se le contraían en una masa de conocimientos imaginarios alejados de las explosiones del big bag o las conjunciones del Aoristo griego.
Por aquel entonces las premisas filosóficas inductivas y deductivas le reclamaban una conclusión lógica que se desmoronó un año después, cuando le reclamó para que la ayudara en el examen de griego. Un día quedaron a las afueras de la ciudad en un monte. Ella, él y la brisa. La lengua Helena se le atragantaba en el estómago porque la había imaginado miles de veces sumida en su posición preferida. La del perrito.
Justo cuando la lección parecía que no tenía vuelta atrás y las bragas asomaban por su pantalón, apareció el novio de ella con el coche. Tocó la bocina. Ella se tuvo que ir y se despidió sin apenas inmutarse. Eloy se quedó allí pensando en sus bragas comiéndose los aoristos y pensando profundamente que los filósofos no tenían ni puta idea de nada. Años después ella le confesó que aquel día se equivocó pero ya era demasiado tarde.
3 comentarios:
Joder con la última frase, con lo bien que está que nadie confiese nada y cada uno rumie sus recuerdos en la ignorancia de lo que realmente fue....
Hay lecciones que nunca deberian tener que aprenderse, sobretodo algunas de griego con novio incluido.
Un saludo
al final , todo se resume en silogismos hipotéticos...
"si q entonces p"
lo que pasa es que l "p" por regla general...sale rana....
besos
Publicar un comentario