Acabo de regresar de Jordania y aterrizo de nuevo en el mundo real. Ha sido una maravillosa experiencia y hoy vuelvo a escribir. Justo hace un año que EN EL CAMINO comenzaba a andar. Nunca pensé que pudiera a cumplir un año pero aquí sigo y con muchas ganas de seguir contando historias. Antes de contar mi visita a la mágica Petra o al encantador desierto de Wadi-Rum y el Mar Muerto. Comenzaré por hablar de mi estancia en la capital de Jordania: Amman.
Espero que a partir de la próxima semana pueda completar las historias con tres videos que preparo de este viaje y que como siempre publicaré cada lunes. Gracias a todos por seguir ahí.
Amman está rodeada por 19 colinas. En cada una de ellas se levantan miles de casa de uno o dos pisos. Son edificaciones de autoconstrucción y cada una de ellas diseña un puzzle arquitectónico de vetanas y azoteas que se asemejan a a colmenas adosadas a las montañas y que conforman cada uno de los horizontes de la ciudad. El sonido del rezo del Corán desde las torres de las mezquitas conforman un concierto que se desarrolla tres veces al día. Es en este momento cuando el sonido de las bocinas, el alboroto de la calles y del gentío, se mezclan con el cántico árabe de llamada, conformando un ambiente único.
Los jordanos son gente hospitalaria. Muchos de ellos te saludan por la calle dándote espontáneamente la bienvenida a su país. Están tremendamente orgulloso de su rey Abdalah II, que les ha traído la estabilidad. Su imagen adorna casi todas las calles, carreteras, edificios, y rincones del país. Los últimos atentados de Alqaeda enla capital fueron en el año 2005, por eso cada hotel dispone en su entrada de un detector de metales. El rey ha creado el cuerpo de la policia turística.
Aunque parezca mentira, Jordania es un país laico. La mayoría de sus habitantes son musulmanes de origen suní y conviven con una pequeña minoría cristiana. Las mujeres, pese a que han adquirido una serie de derechos siguen sin gozarlos plenamente y es normal verlas con el burka. Aunque algunas de ellas ocupan oficios de funcionariado como el de agentes de policia o pilotos. Existe una gran variedad de mujeres que no practican la religión musulman y que incluso se atreven a salir a la calle con su cara destapada.
Dos millones de personas se mueven a diario por esta ciudad. Una ciudad donde los niños suben a las azoteas para volar sus cometas. no es raro no ver ninguna serpenteando por el cielo azul y despejado de Amman. Tampoco es extraño encontrarse con sus esqueletos enrrollados en los cables de electricidad. Como si los cables fueran el hogar de sus restos fósiles en un país en el que existen cientos y cientos de yacimientos arqueológicos.
Internarse en el centro antiguo de Amman es toda una aventura. Mi Hotel quedaba lejos y decidí coger un taxi. Pillar un taxi en Amman es como montarse con un kamikaze. Mi taxista se llamaba Aladdin y si tuviera que calificarlo lo haría como un genio del volante. Sobre todo porque no sé como no murimos en el intento de llegar a la mezquita principal de la ciudad: Al Husseim.
En Amman los coches no respetan el código de circulación. El primer percance que tuvo que lidiar fue la de un vehículo que realizó un giro de 180 grados en un cambio de sentido. Casi nos comemos el maletero del coche, mientras que Aladdin soltaba toda la colección de palabrotas de árabe que se sabía. "Donkey driver" me decía. Yo con la boca cerrada, asentía con los ojos como platos. Se ponía nervioso y encendía un cigarro. ¿"Smoking"? No gracias le dije. Un poco más adelante casi atropellamos a una mujer que se había atrevido a cruzar la calle entre el tráfico. Nos miró pero solo pude ver la expresión de sus ojos en una cara que tapaba un Burka.
Aladdin la esquivó con un volantazo a la izquierda y con la misma velocidad cambio de sentido entre una maraña de coches que había delante de nosotros. Luego, en dos segundos, un frenazo en seco nos dejó frnte a un coche que no le dejaba pasar. Nos quedamos a dos centímetros de hacer contacto. Yo resoplé. "No problem, no problem" me decía Aladdin. El calor ya me penetraba las entrañas y sin ningún ventilador ni aire acondicionado cercano.
De poco servían los policias de tráfico que se distinguían por llevar un casco acabado de un afilada punta y tapados por detrás con un pañuelo para protegerse de los rayos del sol.
En los siguientes minutos de la ruta Aladdin me dio conversación. Que si mucho calor que si de dónde venía. Yo le respondía con toda la amabilidad del mundo. Él pese al estrés del tráfico y después de que le hubiera convencido de que me dejase el precio en tres dinaes en lugar de cinco, me sonreía diciéndome en un chapurreado inglés arábico, que yo era un buen hombre. Como si me conociera de toda la vida. Al fin y alcabo, después de los diez minutos que compartí con él arriesgándonos entre el mar de coches caótico de Amman, habían sido excitantes, mejor que montar en una montaña rusa. Me cayó bien y me despedí ofreciéndole una propina de medio dinar más que él me agradeció dándome la paz: Salama
Cuando acabó la travesía estaba sano y salvo pero ahora me econtraba en las ajetreadas calles del centro, en Wasat Albalad. Lo más parecido a un Zoco. Cientos de personas iban de un lado a otro cargando mercancías a sus espaldas, circulando en medio de la calle. confunidas entre los coches. Beduinos con sus pañuelos rojos. Mujeres con el burka, las más modernas y menos radicales se atrevían a enseñar la cara aunque con el pelo cubierto con pañuelos de todos los colores a juego con ropas que siempre las tapaban del todo. Tiendas de todo tipo que vendía souvenirs árabes, banderas de Jordania, alfombras, telas, Shishas (Pipas de agua), gran variedad de especias, y utensilios de cobre para el té o para quemar incienso.
Las calles en general eran sucias, construídas en las pendientes de las colinas sin ningún tipo de alineacion y con edificios a medio construír. Calles desniveladas completamente. Un caos que contrastaba con la limpieza y orden de las zonas más ricas. Si hay algo que caracterice a la sociedad jordana es la inexistencia de una clase media.
Pero la zona con más actividad no era ni siquiera la mezquita central que comenzaba a llamar a sus fieles al rezo. El mercado de fruta y hortalizasde Amman es un deleite para los oidos, vista y gusto. Aquí se pueden encontrar todo tipo de variedades de fruta y verdura. Melocotones de todos los tamaños, gigantescos melones y sandías, albaricoques, kiwis y exótismos, que sus comerciantes venden gritando entre el resoplido eco de los visitantes. Carretillas de transporte, cajas de fruta vacías. Dinares que pasan de mano en mano. Del comerciante al cliente. De la caja a la bolsa. El alboroto se mezcla con los intensos olores que desprenden cada uno de los puestos. Sabores que se cuelan por las fosas nasales transportándote a un oasis de macedonia y fruta fresca en medio del calor y la polución de los coches que afuera luchan por hacerse un hueco en las calles.
Es el día a día, la imagen perenne.... de las calles en Amman.
3 comentarios:
Me alegro que estes de vuelta.
Has tenido un viaje por lo que veo muy interesante. Espero que las experiencias sean las adecuadas para tu vida. Bienvenido. Un beso
Gracias Iván por llevarnos hoy desde tu visión a conocer un poco más de Amman y sentirnos parte de estas diferencias culturales que engrandencen.
Un fuerte abrazo,
Anna Francisca
Curiosidades del mundo, un viaje increible y conocer gente a mas de 3000 Km de tu pais natal y darte cuenta de que teneis amigos en común, toda una experiencia.
Un abrazo de un apasionado de los viajes y de Indiana Jones, por supuesto que seguiremos tu blog dia a dia.
Jande.
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