martes, 17 de marzo de 2009

FETICHE 4

Las últimas 3 horas transcurrieron sin hacer ruido. El humo del cigarro de Saúl había marcado la conversación que mantuvimos después de mi charla. El buzón de mensajes del móvil exhalaba ya sus últimos Kas de memoria porque Europa no paraba de enviarme sms preguntándome a qué hora volvería a casa. Me disculpé y cogí mi abrigo. La calle no resplandecía tan fría como la de noches anteriores. Mientras volvía en el metro, traté de construir la estructura gramatical con la que iba a sorprenderla. Quizás no fuera bueno revelarle que la quería dejar después de que me hubiera buscado durante toda la noche. Al reloj le faltaba un suspiro para marcar las dos de la madrugada que se cumplió justo en el momento en el que las puertas del vagón se abrieron. Subí las escaleras mecánicas pensando en ella . La noche se volvió calurosa. Me había cansado de quererla y mis días se hacían eternos junto a ella. La cama me dolía y cada noche retrasaba mi llegada con la intención de compartir el lecho lo menos posible y que llegara las 7 de la mañana para que fuera a trabajar y yo pudiera disfrutar de una hora mas de sueño en solitario. Siempre me excusaba diciéndole que tenía trabajo en el estudio. Me sentía un hijo de puta, pero yo no tenía la culpa de sentirme así. Mi conciencia me aprisionaba y cuando llegué a casa, tomé una bocanada de moral para seguir adelante con lo que pretendía. Me recibió casi dormida, me metí en la cama desnudo y ella me besó el hombro dándome las buenas noches. El beso no me supo a nada. Su contacto físico me calaba como un témpano de hielo sobre la piel.

Amaneció con un sol radiante. Me trajo el desayuno a la cama. Joder, no había caído en la cuenta de que era su día libre pensé. Sin embargo me levanté vibrando. Su cuerpo estaba bien moldeado y tenía que reconocer que estaba muy sexy con el pijama que le había regalado en su cumpleaños. Dejé el desayuno y con un salto en la cama le dije que se pusiera los tacones y el suéter rojo que tanto me gustaba. Ella me preguntó sonriente que qué me pasaba. Le dije que tenía ganas de fotografiarla.
La sesión fue de las mejores en mis últimos meses. Yo no paraba de apretar el disparador de la cámara y me la imaginaba como una estrella porno posando para una revista. Posó como si fuera una rutilante modelo en distintas posturas. Ella me sacaba la lengua. En la punta, colocaba su dedo índice como si quisiera sellarla para mí. El contraluz de la ventana hizo el resto. Las fotografías deslumbraban y pensé que las podría vender a buen precio en la galería. Luego me pidió que hiciéramos el amor. Fue salvaje, y sucio. Ella me preguntó 3 veces más que qué me pasaba. Cuando acabamos y catábamos un buen cigarro, con el valor que no exhibí la noche anterior, se lo dije sin contemplaciones.
Las siguiente semana fue terrible. Llamó 27 veces en cuatro días, 412 tonos de timbre, 34 sms y 81 llamadas perdidas fueron el bagaje sólo respondí una vez hasta que el silencio de mi móvil se hizo palpable una mañana. Lo último que recibí de ella fue su suéter rojo. Poco después me enteré que había aparecido muerta de melancolía cerca de la catedral de Cusco en Perú. Había ido a pedir redención en las alturas de Machu Pichu. Colgué el suéter junto a la ventana y le saqué una foto. Necesitaba no sentir su vacío ahora que ya no volvería más.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Es casi obligado hablar del desamor cuando hablamos de cosas de dos, y cuando se habla de amor. Porque el desamor ocurre cuando se acaban las emociones positivas que se producian con el encuentro del otro en un principio. A veces se da una sensación de extrañeza ante la presencia del otro. Se disparan pregusntas como ¿Qué hago yo aqui con esta persona?.
En el amor completo tiene que haber pasión, amistad y como no compasión.
Este ingrediente que desaperece justo cuando aparece en el desamor tal como tú lo describe en tu relato.
A veces se da esa falta de compasión por el otro que puede tratarse de compensar este sentimiento que es real, con actitudes ficticias producto de un sentimiento de culpa. Los intentos de compensación producto de los sentimientos de culpa asociados no lleva más que a un rechazo finalmente por el otro, cuando se da uno cuenta de que es inútil tratar de compensar, que el sentimiento es real y que estamos ante una farsa.
El amor y el desamor son las caras opuestas de una misma moneda.
Has clavado perfectamente en tu relato los sentimientos del desamor.
Buena trilogía del Fetiche aunque ya vamos por la cuarta.
Muy buen relato. Matilde

Anónimo dijo...

que bonito el relato niñooo, me ha encantado. gracias!

CHOPINGO dijo...

Genial relato de la vida misma...y mas.