martes, 15 de marzo de 2011

EN EL 73

Cristina tenía veinte razones de amor y un polvo desesperado para no danzar al ritmo de Pablo Neruda.
Había tenido que subir muy alto para mirar su pasado desde el presente y descubrió que Chile ya no era la misma en aquel 73 de barriles de oro negro que pringaban el mundo.
Su primera muerte fue cuando la violaron a los pocos días del golpe.
Era una joven soltera embarazada. En la violación murió el hijo que llevaba en su vientre. Luego la mataron y la dejaron en una esquina, sucia y apestada. Los golpistas alegaron que lo hicieron por Dios, por la patria y por Augusto. El puto Augusto.

martes, 1 de marzo de 2011

GERDA TARO

El alguna ocasión he hablado en este blog del primero de los grandes fotoperiodistas de la historia: el conocido Robert Capa. Sobre él se han escrito ríos de tinta. Napoleón dijo que detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer. En el caso de Capa esta sentencia se cumplió. Capa fotografió la Guerra Civil Española como nadie junto a su compañera Gerda Taro a la que había conocido en París y donde comenzaron una relación sentimental que se vio truncada en la Guerra Civil Española.

Ambos, movidos por sus ideales izquierdistas y antifascistas viajaron a España para retratar la crudeza de la guerra. En 1933 Gerda había conocido al fotógrafo húngaro del que se enamoró. A partir de ese momento se interesó por la fotografía. Siempre fue a la sombra de Capa. Incluso muchas de las fotos que se publican bajo el nombre de Robert en las revistas internacionales eran obra de ella. En su biografía “ligeramente desenfocado” Capa relata como Gerda, pese a tener poca experiencia con la cámara, poseía un don especial para la fotografía. Mientras Capa se encargaba de retratar la crudeza de los combates, Taro se centró en plasmar las caras de las mujeres y de los niños del bando republicano. Su relación fue intensa con Capa, su carácter liberal le animó a fotografiar a los anarquistas que combatían en el frente, no para defender a la República sino la libertad y luchar contra el fascismo.

Gerda murió tras la batalla de Brunete. Aquella mañana, la joven reportera había recorrido parte del frente acompañada por Ted Allan, un aterrorizado amigo miembro del servicio médico de las Brigadas Internacionales, que la seguía por amor. Antes, Gerda se había enfrentado con el general Walter, jefe militar de la zona, que quería expulsarlos del terreno de combate porque se esperaba un fuerte contraataque franquista. Los Stukas y los Heinkel alemanes no la hicieron desistir.

Gerda trabajó de trinchera en trinchera hasta que no le quedó ninguna foto. Después, cuando llegó la aviación enemiga y los envolvió en una nube feroz de metralla y bombas, se retiró rápidamente, al mismo ritmo que las tropas republicanas acosadas por la Legión Cóndor. Para tratar de escapar de aquel infierno y tras ayudar a trasladar a varios heridos, Gerda y Ted saltaron sobre el estribo del coche del general Walter. Allí se mantuvieron hasta que un tanque republicano que perdió el control rozó el vehículo y la hizo caer. El tanque la aplastó.


El día que murió Gerda Taro, describe así el accidente: “El tanque pasó justo por debajo de su cintura. Las cadenas hicieron crujir los huesos como palos secos. Cuando hubo pasado el monstruo no quedó más que papilla donde antes había muslos, piel y dedos. La pared abdominal se había roto y las entrañas grises habrían salido si no hubiera sido por la fuerza de su propietaria. Dicen que con las manos blancas del esfuerzo, Gerda las aguantaba dentro de lo que quedaba de su vientre”. Gerda moriría al alba del día siguiente, en un hospital de campaña de El Escorial.

PD: En la primera foto que acompaña a este post la vemos disfrutando dulce de sus sueños con el pijama de Capa, que la fotografío mientras dormía.