sábado, 9 de junio de 2012

LA SOLEDAD DEL CINEASTA DE FONDO


Tomo prestado  el titular que encabeza este post como simil del título de la magnífica película de Tony Richardson y protagonizada por Tom Courtenay que define perfectamente el sentimiento que quiero transmitir.

Lo cierto es que  hay una cuestión a la que con el paso del tiempo no termino de acostumbrarme y es a los estrenos de cada cortometraje que termino. No me gustan, los odio.

Es el día en el que me siento más solo que nunca. Y no lo digo porque no me sienta acogido por  las personas, amigos y familiares que acuden a apoyarte, sino porque es el día en el que  mi cuerpo entra en un estado de placebo extraño. El día en el que antes  de salir rumbo a la sala de proyección, te tumbas con los ojos cerrados unos instantes para intentar calmar la sangre que hierve y sientes correr por tus manos y muñecas. Piensas  que  otra vez ha llegado la hora de entregar una parte de ti que se va, un cacho de alma de la que te desprendes.  Escuchas la música que te relaja y te tumbas para calmar ese instante hasta el momento en el que se apagan las luces e intentas disfrutar de  la proyección a oscuras, en pantalla grande, disfrutando del silencio de la sala, de la imagen cinematográfica, de los actores de la música etc...de la magia del cine, esperando que todo salga bien. Un ritual necesario pero que paradójicamente me aterra.

Entonces llega el momento final, cuando sales de la proyección y el túnel se hace eterno, la soledad te come a cachos y te ocurren dos cosas: Navegas entre un inmenso silencio, como si el público hubiese acudido como zombis a una lobotomía cinematográfica. Como si minutos después no existieras. Te sientes invisible.  Caes en la más inmensa soledad y te sientes intimidado, como cuando te desnudas delante de todo el mundo, cuando  has dado todo lo que tenías que ofrecer y te sientes vacío. 

Mientras tanto la cohorte de los más críticos te hablan de la composición de planos, del etalonaje, de la fotografía, de la música, de la actuación de tal actor o de tus movimientos de cámara, mientras sigues entrando en el oscuro agujero...solo... y todo eso se vuelve obtuso, carente de sentido...y te haces miles de preguntas, sientes por dentro muchas cosas, y te cuestionas qué siente realmente la gente, pero sólo te hablan de enfoques y desenfoques...y tú te lo planteas y la soledad se agranda cada vez más. No siento la empatía. Cuando al cabo de los minutos digieres las sensaciones, te vas...así de simple, con las manos en los bolsillos, con la música a otra parte, otra vez, solo y pensando si lo próximo que hagas valdrá o no la pena y si todo esto realmente tiene algún sentido. Con tu estela masoca llegas  a la conclusión y te autoconvences de que sí tiene sentido, porque de otro modo, estarías muerto. Quizás esa soledad es la que de razón a todo esto y  la que te ayude a demostrarte que puedes seguir adelante.