jueves, 2 de junio de 2011

EL LADO OSCURO DE PARÍS

París, ciudad de los enamorados, símbolo de romanticismo, de cinéfilos, ciudad de la luz. Sin embargo mientras la Torre Eiffel, el Sagrado Corazón, el Louvre u  otros destinos de la ciudad se petan de turistas cargados con mini cámaras digitales, yo me introduzco en la oscuridad de las catacumbas, o como se las conoce tradicionalmente en francés, Les carrières de Paris. Después de hacer una hora de cola ya que solo permiten la entrada de doce en doce, me detengo en la puerta de entrada para leer el cartel que te avisa, o mejor dicho: te recomienda, que si tienes problemas respiratorios, es posible que sufras ansiedad o  que lo que verás, podrá dañar tu sensibilidad. Lejos de tomármelo como un aviso, lo tomo como una motivación, así que me adentró en estas misteriosas galerías. Anteriormente había recorrido las minas de sal de Wielickzka en Polonia donde bajé a más de 150 metros de profundidad, las catacumbas Romanas, las mazmorras de Praga o los subterráneos de Cracovia,  o si me apuran, los túneles oradados bajo la superficie de de La Laguna pero esto me sobrecoge más que ninguna otra. Bajo una escalera de caracol de unos 150 escalones (no los conté todos) hasta llegar al fondo.


En la antigüedad fueron minas de piedras calizas pero en el siglo XVII, se reconvirtieron en un gran cementerio subterráneo. Todo se debía al exceso de restos humanos que se amontonaban en los diferentes cementerios de París, por lo que miles y miles de huesos humanos y cráneos fueron trasladados aquí abajo.


Según reza los carteles aquí yacen cerca de 6 millones de parisinos o lo que queda de ellos. Actualmente sólo están abiertos dos kilómetros de los más de trescientos con los que cuenta este cementerio subterráneo. Durante la travesía observo como a los dos lados de la galería se forman dos murallas construidas con fémures, rótulas y cráneos de los fallecidos que bajo la ténebre luz que apenas ilumina el camino, conforman un paraje aterrador pero a la misma vez excitante.


Una serie de pequeñas capillas y altares aparecen en el camino. La humedad y las gotas caen del techo dejando el suelo húmedo y con peligro de resbalones. Apunto estoy de resbalar en una pendiente elevada pero me repongo.

Las historias hablan de que aquí se practicaban misas negras, que personas se colaban por las alcantarillas del metro para llegar a este lugar y celebrar macabros rituales. De hecho en el arco de una de las puertas que dan paso a la gran galería de huesos se puede leer “Párate, estás entrando en el Imperio de la muerte”.

El recorrido está adornado además con cruces de todo tipo y obeliscos que se juntan con pequeñas formaciones lineales de cráneos humanos que sostienen miles de huesos.


Víctor Hugo habló de ellas en su eterna obra Los Miserables. Un cementerio que sin duda ha sido lo mejor en mi última visita a París, no había estado antes en ellas y mientras arriba, cientos de miles de turistas se enamoraban de la ciudad de la luz, yo lo hago de la oscuridad, disfruntando de las profundidades como un enano. Llámenme raro, gótico, macabro o lo que sea, pero la visita es altamente recomendable porque disfrutar del silencio y tener la muerte tan cerca, hacen reflexionar sobre muchas cosas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Te quiero