miércoles, 1 de junio de 2011

DE AVIONES Y AEROPUERTOS

Pequeño aeropuerto en Francia. Horas de espera para salir en avión. Me acerco a mirar una de las pantallas para averiguar de una jodida vez la puerta por la que me corresponde embarcar ya que vuelo en una compañía Low cost, faltan 20 minutos para el supuesto embarque y aún no hay señales de vida, para ser más finos.


Justo delante de mi una mujer de pelo castaño algo cargada de maletas y de sobrepeso dialoga con un negro. La escena parecería normal a simple vista pero he aquí que pongo la oreja y escucho que la señora habla de política con él “ Yo siempre he sido de derechas” dice con la cabeza bien alta. A lo que el negro responde “no, yo de centro, yo voy recto” son frases literales...Lo mejor viene después. La boca de la mujer escupe con orgullo que su abuelo había combatido junto a Franco y que se sentía orgullosa del Caudillo y que España merecía un cambio y que por eso votaría al PP. El negro intenta sonreír y mostrarse simpático mientras yo doy media vuelta pensándome si contraatacar o tirarme a sus barbas. Me aterra pensar que los votantes del PP se sientan identificados con la dictadura de Franco, algo que por otro lado nunca se han encargado de desmentir sus dirigentes. Pero visto lo visto y las condiciones políticas en las que está sumida hoy en día España, aún siento que las dos Españas siguen existiendo. Esas de las que pensaban que con Franco se vivía mejor aunque sus libertades y derechos estuvieran recortadas y los que reniegan de todo aquello que huela a franquismo. La señora se coloca detrás de mí en la cola justo en el momento que llaman a los pasajeros de mi vuelo. Aún con nauseas, suspiro para que no me toque cerca. No es que sea prejuicioso pero su tono me ha dado una tirria que me gotea por los cuatro costados de mi minúsculo ser de sardina en lata de vuelo Low cost.

Tengo que admitir que la espera me ha desesperado y que cuando me meto en un avión me convierto en un ser impertinente e incluso antipático. No es culpa mía, la culpa la tiene unas turbulencias de las que sobreviví hace años sobre el triangulo de las Bermudas en un viaje a Cuba y que casi acaba con las palpitaciones de mi corazón. Desde entonces cada vez que me siento en mi lugar como un buen pasajero y me ato el cinturón de seguridad, mi cuerpo comienza a erguirse como una estatua, inmóvil desde el despegue hasta el aterrizaje, intentando desconectar de cualquier roce o molestia exterior e interior que acreciente la velocidad neuronal de mi sistema nervioso cerebral. Algo así como el personaje de una de las historias de aquella película "En los límites de la realidad, donde un pasajero no dejaba de ver a un extraño ser en el ala del avión con el que estaba emparanoiado.

La putada es que en este avión no están de buenas y que los currantes de la compañía no tienen un buen día. Antes de pedirle a una azafata de vuelo que me diga la puerta por la que tenía que embarcar y me respondiera básicamente que me buscara la vida sin apenas mirarme a los ojos, ya iba con prisa y conforme pasan los minutos antes del despegue el cúmulo de despropósitos hacen que me tense como un viejo chicle Boomerang. Para empezar detrás de mi asiento me toca una madre con dos hijos que no parar de gritar como ogros de mierda. Me pongo furioso, sus rugidos se oyen en toda la cabina y para colmo la mujer le pregunta a la azafata que sí sabe dónde está su marido y su maleta. La azafata, fiel a los pactos de simpatía lo empeora diciéndole sin cortarse...”señora si usted no sabe dónde está su marido, cómo lo voy a saber yo, además he dejado entrar su maleta en la cabina, podría ser una bomba pero le he hecho el favor” todo esto lo dice en voz alta como si fuera la verdulería de la esquina de su calle sin cortarse un pelo.  Me pongo más nervioso y a los pocos minutos un tipo repleto de anabolizantes y con una camisa que se le va a salir por los esternocleidomastoideos pasa por el pasillo rumbo a no sé donde con una camisa que pone “ soy la bomba” mi grado de paranoia comienza a experimentar un grado sumo de éxtasis con arcadas uniformes cagándome en la madre que parió a ese pedazo de minicerebro con músculos. Intento centrarme, respirar profundamente e invocar a los vagabundos del Dharma pero enseguida me desconcentro cuando por la megafonía anuncian el nombre de unas de las azafatas "CHICHI" no sé si reírme, ahorcarme o irme al baño. Después de una caótica ocupación de la cabina, el avión despega y yo con él, dejándome llevar y lamentándome que como me toque morir lo haré rodeado de una manada de.....

1 comentario:

Anónimo dijo...

jajajajajajajjajaja