lunes, 4 de mayo de 2009

TANIA Y ANN

La mesita de noche de Ann era un caos. En ella reposaban varios tomos de En Busca el tiempo Perdido de Marcel Proust. Había comenzado con Por el camino de Swann pero lo dejó ante la densidad de sus noches de trabajo. La mesilla la conformaba también un despertador con el segundero roto comprado en Ikea pero que aún marcaba las horas, una cajetilla de L&M a medio acabar y varios preservativos expendidos de una máquina, preparados por si acaso se presentaba alguna inesperada incursión sexual nocturna.

Sin embargo Ann conservaba su gran tesoro en la mesa de su escritorio. Aquella mañana se había levantando de un brinco acercándose a la colección de vinilos de siete pulgadas que coleccionaba desde su adolescencia. Reading, Sam & Dave, Franklin, Etta James, o Wilson Pickett eran algunos de sus preciados amuletos musicales. Solía comprarlos en mercados de segunda mano en sus viajes por el mundo. Su última adquisición había sido un single con una tema inédito en vivo del Purple Haze de Jimmi Hendrix que había comprado en Paris a una antipática mujer que regentaba uno de los tradicionales puestos de venta de libros, discos y fotografías cercanos a la rivera del Sena, a la altura del Pont Neuff.
Desayunaba cada mañana preparando sus tostadas a ritmo de soul. Bailando y cantando en calzoncillos mientras la mantequilla se deshacía en su caliente boca. Siempre acaba sudando, así que continuaba el concierto en la ducha cambiando los sencillos por un longplay de grandes éxitos de Otis Readding que hacía retumbar las paredes de la casa.

Ann trabajaba como mediador intercultural para una empresa que desarrollaba valores culturales para África así que viajaba muy a menudo. No era guapo pero sí atractivo aunque nunca había tenido suerte con las mujeres. Con fortuna, sus relaciones pasaban de los tres meses.

Cada jueves por la noche se reunía con sus amigos en el Jonhy Be Good, un antro subterráneo donde la calaña rockera de la ciudad se juntaba para tocar en Jam Session.

El sueño frustrado de Ann era cantar pero nunca se atrevía a salir al escenario. Cada noche disfrutaba de las actuaciones variopintas de poetas del rock y el blues sin despegarse de su silla y su L&M. Sentía la música en su cuerpo, disfrutaba de las vibraciones de un público entregado a los improvisados músicos y cantantes. Oía con paciencia esperando que se cumplieran las doce de la noche. A esa hora llegaba el turno de Tania. Una emigrante rusa pelirroja , que poseía una poderosa voz rasgada y que al cumplirse la medianoche desplegaba todos sus encantos vocales para rendir tributo a la mítica Jennis Joplin junto a su banda de cinco músicos de los que alguna vez contaré sus historias: Marc Stendal al bajo, Marcos Gutiérrez y Darko Stacek a las armónicas, Pedro Uriarte a la guitarra, y Vladimir Menchov, su hermano, a la guitarra electroacústica. En esos instantes el mundo se paraba para Ann y sus sentimientos se acrecentaban con la actuación de la Diva con la que se había imaginado el resto de su vida. Ella ni lo conocía. Posiblemente ni siquiera se hubiera fijado en él antes, pero cuando Ann se iba a la cama pensaba que había dejado pasar una nueva oportunidad de demostrarle todo lo que sentía.


Tania tenía un lío con el dueño del bar, un tipo de casi cuarenta años, con pinta de heavy y que solía participar en las Jam tocando el órgano Hammod, reliquía máxima del antro, así que sus esperanzas de acercamiento eran vagas.

Pero cada día Ann montaba su espectáculo matutino en la ducha de su casa sin que nadie pudiera verle. Eso sí, los vecinos empezaban a cansarse de tales despertares. Era en la intimidad cuando sacaba a relucir todo su condición de soulman. Era un blanco con alma de negro y ese día se revelaba bailando y tatareando Land Of 1000 Dances.

Al cabo de dos meses su empresa le remitió una carta en la que lo despedían. Ya no viajaría más. Pasaba pues a engrosar la lista de los 4 millones de parados que buscaban un trabajo en el país.

Ann acabó con las existencias de Ginebra ese día en el Johny be Good, decidió perder la cabeza y eso le ayudó a decidirse y subir al escenario antes de las doce de la medianoche. La gente aplaudía sin saber quien era, después de haber escuchado un amplio repertorio de clásicos del rock. El micrófono se acopló y Ann con una cerveza aún en la mano silbó. Su estado de embriaguez le delataba y entre el público muchos se reían de sus pintas. Ann miró a la barra, allí estaba Tania junto al dueño del bar, mirándole por primera vez en su vida, sabiendo que existía mientras él mostraba aquella patética imagen de borracho desalmado. Ann miró de nuevo a su alrededor, las luces de los focos le cegaban. Tragó por última vez y exhaló un hipo con olor a alcohol. Se volvió al guitarra y al bajo y les preguntó ¿No where to run, la conocéis? Bajo, guitarra y batería se miraron...asintieron con la cabeza y comenzaron las primeras notas del clásico de Martha and The Vandellas.
Las caderas de Ann comenzaron a despegarse de sus pantalones, los pies tomaron el ritmo de los compases del batería, cerró los ojos, sonaron la trompeta y el saxofón y comenzó el show.



nowhere to run to baby
no way to hide
got no nowhere to run to baby
nowhere to hide

Los ojos de Ann se apretaban, su saliva se estrechaba en los pliegues del micrófono, el público alzaba sus palmas, bailaban desaforados, juntando sus botellas, sus lenguas, sus cuerpos, sus espaldas, sus culos, sus piernas, sus bocas....al son del ritmo que desprendía la voz de Ann.

it´s not love I´m runnig for
it´s the hearthaches I know I will come
Cause I Know you´re no good for me
But you´ve become a part of me
everywhere I go, your face I see
every step I take you take with me yeahhhh

Gritaba desgarrado Ann mirándo atentamente a Tania que ya bailaba de un lado a otro moviendo sus caderas. Ann la señaló con el dedo pidiéndole que subiera, que se uniera a la orgía musical. Tania dudó, pero Ann bajó hasta la barra mientras seguía cantando y mientras el público le gritaba locamente, extasiados, la cogió de la mano y la subió con él al escenario. El Heavy lo miró con mala cara cuando el guitarra comenzó un solo y Ann y Tania compartieron por primera vez el escenario. Acabado el apartado instrumental , Tania cogió el mando de la canción...

Each night as I sleep
Into my heart, you creep
I wake up feelin sorry, I met You
Hopin soon tha i´ll forget you
When I look in the mirror to comb my hair
I see your face just a smilin there.

Y ambos al unísono entonaron de nuevo el estribillo.
Fue un acto de fe, Ann ya no estaba borracho pero sí embriagado por la energía de Tania.

A la mañana siguiente, Ann sumplió su sueño, sus viejos discos de vinilo se esparcían por la cama mientras Tania los pinchaba y él para desayunar le cantaba un viejo clásico, mojado aún por el agua de la ducha.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Nunca es tiempo perdido........
Hay un tiempo para amar, tiempo para estar solo..tiempo para aprender....tiempo para soñar
....y tiempo para intentar atrapar nuestros sueños...
Hubo alguien que me enseño, que todo en esta vida es cuestión de decisión.
Ann lo consiguió...
Adelante amigo con los tuyos..
Esa energía y esa fuerza..,.
Un bsesito