martes, 7 de septiembre de 2010

CUADERNOS

La chica se parecía a Misa Loeb, sus gafas de pasta negra limitaban la frontera de unos negros ojos tímidos donde se escondían las miradas desde el otro lado del mercado. Ella ni se podía imaginar que Fahim lo sabía, y es más, jugaban al ratón y al gato en sus fantasías diarias pese al infinito que las separaba. Al día gozaban de dos minutos de libertad...una libertad medida por la llegada de la oscuridad de la noche, donde los motores de los generadores eléctricos validaban sus susurros de deseo en el callejón trasero de la librería de Abdel, donde su padre despachaba las noches leyendo el Corán a sus ocho hijos varones. Atardecía en Amman y Fahim, jordana, y Misa, como ella la llamaba, americana, deambulaban en besos diabólicos, al límite de la delgada línea que separaba Alá y Jesús. Pero eso a ellas, ya no les importaba.

1 comentario:

INDIA dijo...

Estoy en el camino...La pasión no conoce fronteras, surge, se palpa, late y se sueña...

India.