martes, 8 de diciembre de 2009

SENTADO EN EL MUELLE DE LA BAHÍA

El chasquido de las piedras de la orilla le acariciaba como un bálsamo salado. Cuando la ola se replegaba para atacar otra vez con fuerza la cabeza de la orilla, aquel sonido erosivo era lo único que le calmaba pese a que los dedos de sus pies no sentían el agua fría. Se conformaba con imaginárselo contemplando las piernas de Diana bañándose en las gotas impermeables que se deslizaban por su piel hasta llegar al cuenco de sus dedos. Era jueves, día de su paseo semanal con ella. No importaba que ella fuera una novata de 18 años, ni que él hubiera experimentado la crudeza vital en sus apenas 20. Ni siquiera que ella no fuera ni fea ni guapa sino atractiva, ni que él dejara de peinarse para parecer más interesante porque ella le confesase una vez que adoraba a los chicos con aspecto desaliñado.
Solían hacer el mismo recorrido todo los martes por el paseo marítimo de la bahía. Luego se sentaban a la orilla del mar a contemplar el atardecer y de nuevo volvían a casa.
Hacía ya 15 minutos que estaban sentados mirando la fina linea transversal del horizonte sin mediar palabra, como si sus infinitas miradas fueran la frontera silenciosa que les separase.
Entonces, Carlos sacó de su mochila un mp3.
-Escucha esto- le dijo a secas. Sin pestañear, sin inhalar la brisa de la siguiente ola que ya rompía y transformaba un nuevo horizonte, Diana se colocó los auriculares y Carlos pulsó el play. La espera duró poco mas de 2 minutos.
La había oído antes
-Me encanta, es preciosa- ¿Qué cuenta?

SENTADO EN LA MAÑANA SOLEADA ESTARÉ
SENTADO CUANDO LA TARDE LLEGUE
VIENDO LOS BARCOS QUE SE VAN
ENTONCES LOS VERÉ IRSE LEJOS
OTRA VEZ ESTOY SENTADO EN EL MUELLE DE LA BAHÍA
VIENDO LA MAREA, ALEJARSE
SENTADO EN EL MUELLE DE LA BAHÍAPERDIENDO EL TIEMPO
PARECE QUE NADA VA A CAMBIAR
TODO , TODO SIGUE SIENDO IGUAL
NO PUEDO HACER LO QUE LA GENTE ME DICE QUE HAGA
ASÍ QUE SUPONGO QUE TODO SEGUIRÁ SIENDO IGUAL

¿Cómo una canción tan maravillosa puede ser tan triste? Comentó Diana.
Mi cuerpo no soporta más el Ácido acetilsalisílico. Los medicamentos me sostienen a duras penas en un mundo post-idílico que ensombrecen lo que un día fui. Se creen que una sonrisa con un chiste de regalo me anima, pero ni siquiera puedo reír, porque me duele.
- No digas eso- Anda vamos, tenemos que volver a la residencia.
Diana ayudó a Carlos a levantarse y a sentarlo en su silla de ruedas. Luego más adelante, cuando la empujaba por las maderas del embarcadero y aunque no sabía inglés, comenzó a tatarear la canción. Carlos giró su cuello y río por primera vez en meses. El resto del camino la acompañó silbando, feliz durante unos instantes, sin que nada fuera igual por unos minutos, alejándose cada vez más de la bahía y de los barcos que durante tanto tiempo había visto pasar.

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