jueves, 4 de febrero de 2010

GEMIDOS ENTRE PAREDES

Hacía unas pocas horas que había llegado a aquel antro. 10 metros cuadrados de moqueta sucia con un lavabo en la esquina de la habitación. Un catre con sábanas dudosas y un armario empotrado de madera. Le había llamado la atención la máquina de condones que presidía el inicio de las escaleras al piso superior pero le restó importancia. Acomodó su petate en la pequeña mesa que ocupaba el único espacio libre en la perpendicular de la pared que respiraba libre y se tumbó sobre el duro colchón que le esperaba ansioso. El vaho de la ventana apenas dejaba entrever los tejados de zinc del patio. Eran las cinco de la tarde pero ya era noche cerrada. A eso de las tres, la calle parecía un atardecer helado. Por su asfalto mojado el tranvía circulaba repleto de pasajeros teñidos de abrigos y gorros de lana.
Oía su paso desde la habitación. Poco a poco la tarde fue cayendo, por decir algo, y las horas normales de mis noches se fueron adueñando del lugar. Fue cuando desde el otro lado de la pared, comencé a oír una especie de jadeos de mujer. Acompasados, al principio , delirantes, conforme pasaban los segundos. me asusté cuando desde el otro lado de la pared sonó un estruendo, como su alguien la martilleara. Esta vez los gemidos eran masculinos y se mezclaban con el golpeo de no sé que objeto o miembro. La sinfonía no se completó hasta que comenzó a caer un ligero polvillo del techo. Desde allí una embestida feroz hacía desgañitarse a chillidos a una mujer. En ese instante, solo en el catre, me pregunté qué coño hacía yo allí. Era como si me rememoraba los esclavos y antiguos calabozos de la santa Inquisición. Sin embargo, en esta ocasión, en lugar de dolor, era el placer el causante de todo aquel desorden acústico. La habitación se convirtió en una caja de gemidos, temblaban, las paredes, parpadeaba la luz eléctrica, un terremoto explotó de pronto ante un tsunami de gemidos de placer. Estaba claro que los muy cabrones se habían corrido todos a la vez esperando como maestros de orquesta el clímax de su interpretación. Yo, mientras, seguía allí boca arriba, en el catre de aquel zulo, tragándomelo todo y pensando, qué coño pintaba yo allí. Ni corto ni perezoso salí al pasillo, pero de pronto dos chicas totalmente desnudas pasaron corriendo. Una de ella rozó mi nariz con sus dos caderas anchas que apenas pude advertir cuando dobló la esquina de la habitación del fonfo. Me pellizqué para cerciorarme de que todo era un sueño pero no, era real como la vida misma.


Decidí unirme a la fiesta. Me desnudé y paseé mi cuerpo en cueros por el pasillo hasta llegar a la ducha comunitaria. Solo unas chanclas me protegían del contacto con el suelo. Mis partes se debatían en si excitarse o no ante tremenda circunstancia. El agua comenzó a caer tibia sobre mi cabeza. Me toqué pensando en todo lo que oía, dando rienda suelta a la imaginación. La dos chicas desnudas volvieron a pasar y se detuvieron justo delante de la puerta de la ducha. Me miraron de arriba abajo, esbozaron una sonrisa al unísono. Luego me preguntaron como si fueran mellizas perfectamente cronometradas ¿Y tú qué coño haces aquí?. Eso quisiera saber yo, pensé. Acto seguido las agarré y las metí de un zarpazo bajo el agua. Aquí los gemidos tenía otro olor, otro sabor pero sobre todo...otro sonido. Seguía sin averiguar que era todo aquello, pero ya no me importaba.


1 comentario:

Lorenzo Guerra dijo...

IVAN YA TIENES LA FOTO DEL TEIDE EN MIBLOG VISTO DESDE GRAN CANARIA.
OTRA COSA QUE PASA EN TENERIFE PRIMERO LA BORRASCA Y AHORA UN TERREMOTO.