miércoles, 18 de noviembre de 2009

LOS VECINOS DEL NORTE DE TENERIFE ABANDONADOS A SU SUERTE

Aquí en Canarias, tenemos lo que nos merecemos. Es la frase que podría esgrimir cualquier escéptico político. Pero me niego a resignarme, a conformarme. La tromba de agua que cayó el lunes en el norte de Tenerife ha dejado en el total de los caos a los habitantes de los pueblos más altos y costeros del valle de La Orotava. Ayer martes visité de mi propio pie las zonas afectadas. Cientos de familias con sus casa inundadas, cientos de personas que han perdido sus coches, sus cultivos, los animales de los que viven. Personas que estuvieron al borde de la muerte. No soy alarmista. He sido testigo de lo que ha dejado la riada de agua que corrió por los barrancos sucios de esta isla. He sido testigo de la lluvia que cayó en el norte. El lunes estuve más de tres horas atascado en la autopista del norte de Tenerife mientras el agua corría por los arcenes como ríos. He sido testigo de dramas personales, una anciana, Francisca, de 87 años que tuvo que ser salvada por sus vecinos de morir ahogada y arrastrada por el agua. Nadie les ayudó ni siquiera el 112.
Fui testigo y digo esto, porque después de la catástrofe, nadie del gobierno canario, repito, nadie del gobierno canario ha hecho una mísera declaración excusados en que no había alerta decretada. Lo mismo ha pasado con la delegación del gobierno: mutis por el foro. Ni siquiera los tres alcaldes de los municipios afectados, que ofrecieron una rueda de prensa (de cara a la galería por aquello de su imagen pública) al ver el panorama, se ponen de acuerdo en qué pueden hacer.
Ha llegado la hora de exigir responsabilidades. La reacción debió ser inmediata. Mientras los ciudadanos limpian sus casas e intentan retomar la normalidad, nadie de alto rango político se ha preocupado por esas familias, no se ha manchado los zapatos para visitar in situ las zonas afectadas justo el día después. Los videos amateurs y los medios de comunicación lo han reflejado con claridad, pero el silencio, la falta de previsión y la desidia de los políticos, ha sido nefasta. Hemos tenido la experiencia de la tormenta Tropical Delta hace unos años, y las inundaciones donde murieron varias personas el 31 de marzo de 2003. Siguen sin aprender.
Sí, tristemente tengo que echar mano de esta frase: tenemos lo que nos merecemos
¡Qué lamentable!

Las fotos que ilustran este post, tomadas del Diario de Avisos hablan por si mismas. Señores políticos, sigan sin decir nada porque no había alerta, simplemente llovio, sí, llovió, en eso no se equivocan...pero la han cagado.
Triste, muy triste.
Un internauta ha colgado este video de lo que la riada hizo con los coches en el barranco de San Felipe en el Puerto de la Cruz, mi pueblo de nacimiento, comparándolo con la Catastrófica película 2012.

4 comentarios:

Carlos dijo...

hola iván!!!

esta noche es el estreno... a ver qué tal quedó eso!!!

ya te cuento...

1 ab

almassy dijo...

sin lugar a dudas nadie más que la realidad del que patea las calles frente a las informaciones confusas que llegan desde el gobierno y los medios informativos.
Ahora lo que toca es fregar el suelo con dignidad, respeto y ayudas a las personas afectadas.

hadanevada dijo...

esto es muy triste...siempre los afectados son los mismos y siempre pasa igual, porque esto no es nuevo, ya se sabe con las infraestructuras que contamos desde el primer desastre y no han solucionado nada desde entonces por lo que se ve...seguimos pagando impuestos que luego no reflejan las mejoras...que pena esa gente que lo ha perdido todo...
los animales indefensos que no se pueden defender ante estas catástrofes...la impotencia y el silencio...la rabia y la desesperación...
espero pase pronto la costosa y triste tarea de recopilar lo poco que les queda...

Nayra dijo...

Una mañana iba yo por la pedregosa carretera,
cuando espada en mano, llegó el Rey en su carroza.
"¡Me vendo!", grité. el Rey me cogió de la mano y me dijo:
"Soy poderoso, puedo comprarte." Pero de nada le valió su poderío
y se volvió sin mí en su carroza.

Las casas estaban cerradas en el sol del mediodía
y yo vagaba por el callejón retorcido
cuando un viejo cargado con un saco de oro me salió al encuentro.
Dudó un momento, y me dijo: "Soy rico, puedo comprarte."
Una a una ponderó sus monedas. Pero yo le volví la espalda y me fui.

Anochecía y el seto del jardín estaba todo en flor.
Una muchacha gentil apareció delante de mí, y me dijo:
"Te compro con mi sonrisa." Pero su sonrisa palideció
y se borró en sus lágrimas. Y se volvió sola otra vez a la sombra.

El sol relucía en la arena y las olas del mar rompían caprichosamente.
Un niño estaba sentado en la playa jugando con las conchas.
Levantó la cabeza y, como si me conociera, me dijo:
"Puedo comprarte con nada." Desde que hice este trato jugando, soy libre