miércoles, 11 de marzo de 2009

LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN DE LA POLICIA

Todo el centro estaba ocupado por UIPS, este cuerpo especial de policía se había tomado el día de veda para repartir propinas ante el más mínimo movimiento alterador.
Los manifestantes eran los estudiantes de la Universidad que pedían la supresión del plan Bolonia. La mañana era luminosa. Máximo escribía para un diario local. Iba acompañado de Ricardo del periódico universitario. La manifestación se había convocado el mismo día en el que salía a la calle una comitiva del ayuntamiento para celebrar el centenario de la ciudad. La seguridad era máxima. Cada calle, cada esquina cada plaza estaba acordonada por mastodontes de chorlito que calzaban sus botas negras y sus porras orgullosos de pertenecer a un cuerpo con solera y que se proclamaban defensores de los buenos. A los cerca de doscientos alumnos que se concentraban, no les dejaron manifestarse. Una nube de estos mastodontes los rodeaban acorralándolos en la esquina de una de las calles. Sus gritos de protesta se convirtieron en gritos de indignación mientras por delante de ellos pasaba la comitiva con el estandarte de la ciudad. Máximo intentó acercarse para entrevistar al líder de los manifestantes pero se encontró con un muro. Uno de los UIPS lo redujo evitándo que diese un paso más hacia los manifestantes retenidos. Cerca de 8 policías los rodeaban con sus cuerpos atléticos y en algunos casos musculados por ciertas anfetaminas que se erigían como barrotes de una celda a plena luz del sol. Intentó preguntar desde fuera al líder cuando recibió el fuerte empujón del más macho de los UIP. Aquel individuo estaba en celo y a Máximo le había tocado el día de su máximo apogeo. El empujón dio con él en el suelo. Indignado le recordó que pertenecía a un medio de comunicación social y que tenía derecho a entrevistar a los estudiantes que eran retenidos contra su voluntad. El mastodonte se le acercó hasta que sus dos ojos fueron uno. Podía ver al cara del policía como la de un cíclope sin el hasta clavada en su ojo de Ulises. ¿Usted no entiende español? Le gritó llevándose el dedo índice a la sien. –Estoy en mi derecho, -déjeme pasar por favor- le dijo Máximo. Ricardo permanecía inherte más atrás sin creerse lo que veía. La represión policial comenzaba a ser patente en otras calles anexas y la cosa se ponía fea. ¿Le he dicho que si no entiende español? Volvió a repetir el ogro azul. No entendía bien porqué le decía esto el policía cuando su único acto de comunicación con había dado con él en el suelo sin media ni una sola palabra. Recogió su libreta y se marchó al coche con Ricardo para ir al periódico y redactar la crónica del suceso. Otro policía local andaba cerca del lugar recetando multas por doquier. Máximo se encontró con la suya y fue a dar con el policía. Disculpe agente pero soy de un medio de comunicación, había dejado mi acreditación en el parabrisas para que lo vieran en caso de....-Ese no es mi problema- le contestó antes de que pronunciase la última palabra. Pero es que....pase por el Ayuntamiento a reclamar si usted quiere y ahora por favor saque el coche de aquí. Máximo se encendió por dentro. Todos ustedes son un chulos contestó. El local herido en su orgullo se le acercó y volvió a convertirse en cíclope. Una palabra más y le denuncio por desacato. Se contuvo y volvió al coche a recoger su receta. El policía se alejó pero Máximo le gritó. Disculpe señor agente....cuando estuvo a su altura señaló en la multa lo que había escrito el policía. Perdone agente es que sólo quería decirle que indebido no va con “v” sino con “b” y que en estacionamiento, la segunda va con “c” y no con “s”. Lo digo por si me reclaman algo cuando vaya a pagarla. Gracias...
Luego arrancó su golf blanco del 97 y se despidió del policía obsequiándole con una agradable sonrisa.

1 comentario:

Isabel de León dijo...

Jajajaja!!!todo un rebaño de ignorantes!!
Muy bueno...como siempre.
Bss