miércoles, 25 de febrero de 2009

ÚLTIMO AMANECER DESDE LA VENTANA


La habitación estaba vacía, y así el cuarto de baño, el salón, la cocina. Se habían convertido en espacios vírgenes pero con arrugas de cinco años. El piso se adornaba con frío cuando pisé por última vez el zócalo al pie de la cama. No existían sábanas, ni mantas, sólo el colchón vacío. Un escalofrío me recorrió el cuerpo desde la punta del pie hasta la punta del último pelo de mi cabeza. Desde la ventana observé como el barco llegaba a puerto tras transitar una alfombra de mar en calma. Los rayos del sol se peleaban con las nubes por buscar el espacio que le correspondía pero aquella mañana era diferente. Era el comienzo del resto de mi vida. Era el comienzo de un nuevo camino, de la maduración hacía un lugar que, ni siquiera en ese momento, podría imaginar.

Las paredes no quisieron despedirse. Pero sí las ventanas. Era curioso. Aquellas mismas a las que les había negado su vista cada vez que salía y entraba de casa. Aquellas a las que tapaba con cortinas por miedo a que la luz me cegase. Aquellas que me destaparon sin vergüenza, las intimidades ajenas. Ellas eran la únicas que se alegraban por volver a respirar, pero ofreciéndome un bello espectáculo como traca final.

Me marché solo, como siempre. Sin una palabra vanal, sin una mirada de despedida. Mi adiós en la puerta, resonó hueco. Todo se renueva, todo se transforma. Comenzaba mi transformación...pero lo más importante es que, pese a todo, aún pensaba en seguir.... en el camino.









1 comentario:

Isabel de León dijo...

Siempre a mejor...y t espero en ese camino...
Bsitos.