lunes, 20 de octubre de 2008

DESDE NORMANDÍA A AUSWITCHZ (EL CEMENTERIO AMERICANO)





EL CEMENTERIO AMERICANO DE OMAHA BEACH

Después del baño de rigor y de tomar el sol en la playa. Volví al coche. El gran cementerio americano estaba en lo alto de la colina. Lo había visto en numerosas ocasiones en documentales y en el comienzo y final de la película de Steven Spielberg "Salvar al soldado Ryan" así que a mi fetiche histórico, se le unió el cinéfilo.

Llegue justo a la entrada. A la derecha está el museo del cementerio y decidí que lo dejaría para el final.Giré a la izquierda y me adentré por un pequeñoo camino bordeado por frondosos árboles hasta llegar a una plaza semicircular. A lo largo de una pared de marmol blanco se podían leer los nombres y procedencia de cada uno de los hombres que yacen en el cementerio.Más de 10 mil.
En la foto: Vista general del cementerio en una de sus entradas
Una vez cruzo la plaza, subo por unas pequeñas escaleras que me conducen hasta un gran altar con columnas a ambos lados y dos mapas gigantescos que describen con grandes flechas rojas, los avances de las tropas aliadas durante el desembarco y la invasión. Están custodiadas por una gran estatua de marmol negro y dos mástiles con la bandera americana a un lado y la francesa al otro.

Delante de mi se extiende el gran campo santo como una alfombra verde. Cuidado y cortado al milímetro y con las diez mil cruces blancas e impolutas perfectamente alineadas en varias parcelas del terreno. Comienzo a caminar entre las cruces. Los setos y los árboles que los rodean están cortados al mismo nivel. La paz y el silencio respetuoso, se corta con el silbido del tiempo. Algunos visitantes andan a unos metros, pero el silencio es sepulcral. Camino entre una de las calles de cruces. Leo el marmol y en mis pupilas se reflejan los nombres tallados de cada una de ellos. Nombres con un significado para miles de familias pero totalmente incógnitos para mi. John, Marcus, Philipss e incluso nombres de origen hispano, italiano o irlandes . Nombres que cayeron, no solo en la playa, sino en algún lugar de la campiña francesa durante el 44 y el 45.



Entre las cruces latinas, sobresale alguna estrella de David en memoria de algunos soldados judios caídos. A los lejos veo una niña que descansa en el césped, sonriente, como si se tratara de un ángel que haya venido a saludar los restos de sus compañeros celestes. La bandera américana hondea de vez encuando con las ráfagas intermitentes del viento. Miro el reloj y me doy cuenta de que ya llevo más de media hora caminando entre el blanco y el verde. Es extraño, pero no estoy triste, trato de ponerme en el lugar de estos jóvenes que murieron por salvar a los
franceses de la tiranía nazi y aunque no soy católico me los imagino felices allá donde estén, porque sus compañeros finalmente lograron la misión que tenían encomendada. No les fallaron.
Cada uno tiene una historia. Allá donde levanto la vista solo veo cruces, pasillos de cruces.Algunas con ramos de flores a sus pies, otras con mini banderas norteamericanas o algún recuerdo de los familiares que visitan las tumbas cada año por verano. Varias aves y gaviotas se pasean entre ellas justo donde el aire no corre, donde el silencio es más profundo. Cruzo todo el campo hasta llegar a uno de los extremos del cementerio. Hay un pequeño camino asfaltado cubierto por la sombra de los árboles desde donde se puede ver toda la costa y la playa de Omaha. Luego me dirijo al centro donde se ubica una capilla cilíndrica con un altar donde prenden dos grandes velas cubiertas por las banderas con barras y estrellas y que sirve como el único rincón de oración en el lugar.
En las fotos superiores: La niña que fotografié descansa bajo el sol entre las cruces. Una paloma pasea por la hierba donde el silencio es más profundo.
Abandono el cementerio por el mismo camino por el que entré hasta alcanzar el museo anexo. Enel interior se pueden ver documentales, documentos reales y cada uno de los movimientos militares las operaciones en Europa tras el desembarco.

En una de las salas, rodeado por cristales y con la luz del sol alumbrándolo, se exhibe el simbólico monumento al soldado: un fusil clavado en las piedras que simulan la orilla de una playa y en cuya culata descansa un casco de combate.

En otra de las salas contiguas se proyecta un emotivo documental actual con entrevistas a los familiares vivos de 10 jóvenes que murieron en Normandía. La película cuenta cómo eran antes y después de ingresar en el ejército para acabar muriendo junto a sus futuras esperanzas en combate.

Tras ver la película y aún en la oscuridad, los sollozos de algunos espectadores me estremecen. Logro distinguir a un señor que aparecía en el documental y que se encuentra muy afectado, la salida de la sala se asemeja a la de un velatorio y decido que mi visita al cementerio acaba aquí.

Pongo rumbo al siguiente objetivo: visitar los frentes de lucha en la playa en Pont Du Hoc, Utha Beach y la linea de antiguas baterias de defensa alemanas.

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