domingo, 12 de octubre de 2008

DESDE NORMANDÍA A AUSWITCHZ










vista aérea
del monte St. Michel



1- LOS PEREGRINOS DE SAINT MICHEL

Siempre había sentido la ardiente necesidad interior de visitar dos de los puntos neurálgicos de la reciente historia europea. Hacía años que de mi cabeza no se despegaba la posibilidad de visitar estos dos lugares que marcaron un antes y después en Europa y el mundo. Estoy hablando de Omaha Beach y Auswitch.



Mi itinerario de viaje comprendía recorrer toda la costa de Normandía visitando las playas del desembarco americano del 6 de Junio de 1944 y desde allí seguir mi camino hasta Berlín. Estos serían los dos primeros destinos del viaje. La segunda parte comprendería adentrarme en Polonia y visitar el campo de exterminio nazi de Auswitchz.


El 24 de agosto partí de la histórica estación de França en Barcelona rumbo a París. Después de viajar durante toda la noche, llegué a primera hora de la mañana a la estación de Austerlitz y desde allí me dirijí a la estación de Montparnasse donde tomé un tren rumbo a Rennes en el extremo noroeste de Francia, en pleno corazón de la Bretaña francesa. Allí pasé un día entero. El tiempo no acompañó pero pude dar un paseo por la ciudad que aún guarda algunos pequeños retazos de su pasado medieval.


SUBIENDO HACIA LA ABADÍA

Al día siguiente salí camino hacia el Mont St Michel en la baja Normandía.(http://es.wikipedia.org/wiki/Monte_Saint-Michel)


Pontorson es la localidad más cercana a este islote. Antes de llegar por carretera desde Rennes la silueta sombría del monte de Saint Michel se divisa desde kilómetros a lo lejos aún se admira esta fortaleza dedicada al gran arcángel.
Desde la localidad de Pontorson se puede coger un autobús. Un taxi o ir andando durante los dos kilómetros que separan el pueblo de la Bahía. Es muy normal encontrarse con peregrinos que vienen de todas partes del mundo a visitar la Abadía que corona la fortificación.



Nada más llegar, me topé con una gran grupo de peregrinos. Como si se trataran de auténticos beduínos, los ví llegar a pie a lo lejos, rodeando el islote gracias a la benevolencia de la marea baja. Sostenían pequeñas banderas y podía escuchar cantos acompasados . Eran casi un millar. Caminaban perfumados por un fuerte olor a incienso que desprendían dos monagillos que guiaban la procesión mientras varios fieles repartían folletos a los turistas de la cogregación a la que pertenecían.



En la entrada de la fortificación me mezclo con ellos y con pequeños pasos ando por las empedradas callejuelas centenarias que hoy lindan con tiendas de souvenirs y restaurantes de comida cara. La subida es sinuosa y me dejo llevar por la marea religiosa que finalmente desemboca en la puerta de la gran Abadía. Los peregrinos siguen cantando pero ahora sus salmos resuenan alto por el eco de las columnas y paredes de la construcción medieval. Tras acceder a lo alto de la Abadía me separo de ellos y accedo a un patio de columnas perfectamente alineadas. El lugar me trae a la memoria la magnífica novela de Umberto Eco "El nombre de la Rosa" .


Habitaciónes y patios en sombras, rodeados de columnas, arcos, aposentos y estatuas medievales. Pequeñas capillas acristaladas con vidrios coloreados con temas religiosos y el sol comienza a apretar fuera. Desde las ventanas observo como el agua de la marea rodea ya gran parte del islote. Un perro juega con las gaviotas entre las arenas pantanosas y varios caminantes siguen la estela de la orilla del agua que cada vez se acerca más a los muros de la entrada.
Las mareas que rodean a esta bahía son epectaculares. Durante siglos únicamente era accesible por vía terrestre en los momentos de marea baja, y por vía marítima cuando la marea era alta. Actualmente se puede acceder a la abadía en todo momento gracias a la carretera que lleva a los pies de la roca.
Después de dos horas en el interior de la Abadía, la marea ha subido considerablemente. Y las vistas desde lo alto son espléndidas.

Esta bahía fue escenario en la I Guerra Mundial de una cruenta batalla y durante la II Guerra Mundial, fue junto a St Lo, uno de los pocos lugares que no fueron destruídos.

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