lunes, 10 de noviembre de 2008

DESDE NORMANDÍA A AUSWITCHZ (BERLÍN- DIA 1)


Antes de buscar alojamiento en Berlín hice cola durante una hora en las oficinas de la estación para buscar un billete que me llevase a Polonia. La espera no fue muy agradable, delante de mi, un matrimonio mayor de ingléses llevaba media hora discutiendo con el chico del mostrador, cada cierto tiempo se giraban y me veían tumbado en el suelo sobre mi gran mochila cargada de bultos. Me miraban girando la cabeza de un lado a otro y diciéndome en inglés que no me dejara engañar. La estación estaba saturada de viajeros, la cola se impacientaba y la megafonía de la estación me estaba torturando el oído. Al parecer, por lo que me comentaron los ingleses, habían viajado en segunda clase cuando su billete era de primera clase así que no me dejé impresionar por una bronca tan...burguesa. Necesitaba un billete que me llevara a Varsovia o Cracovia y justo detrás de mi un señor me tocó el hombro cuando me oyó balbucear unas palabras en castellano refiriéndome a la pareja de ingleses. Me comentó que me había oído hablar y que si quería cambio en zlotys, moneda polaca. Le dije que no tenía suelto para cambiar. Quería deshacerse de las monedas polacas que tenía. Me comentó que había estado en el interior de Polonia en busca de un viejo familiar exiliado y que lo había pasado muy mal con el idioma. Nadie hablaba inglés me decía y que los polacos eran personas muy frías. Me preguntaba cúal era la manera más rápida de llegar a Viena o que si alguna ciudad de Alemania era recomendable para visitarla. Le quedaban unas semanas para agotar sus vacaciones y quería aprovecharlas. Le recomendé que fuera a Munich y que desde allí tomara rumbo a Praga y luego Viena. Estuve hablando un rato más con él hasta que el matrimonio inglés indignado, había tomado sus maletas y se había marchado. Conseguí mi pasaje para Cracovia y deseé suerte al chileno. Abandoné aquella estación que estaba empezando a absorverme.

Me alojé dos días y dos noches en un hostal de estudiantes de Berlín: el Heltter and Skelter muy cerca de la calle Friederich. El nombre, título de una canción de los Roolling Stones no era casual. Lo asimilé la primera noche que dormí en él. Mi habitación daba a un gran patio donde había una discoteca, así que soporté el ruído hasta altas horas de la mañana. De todos modos estaba tan cansado del viaje desde Francia que dormí como un lirón. Al día siguiente desayuné en el hall con italianos, americanos, españoles y alemanes. Había un grupo de chicas alemanas que había llegado del festival de Benicassin. Lo supe por las camisas que vestían aunque prácticamente estaban en pijama. Salí temprano a la calle me dirigí al centro.

Berlín aún conserva un halo nostálgico de la época comunista de la RDA. Puedes ir por una de sus vías principales y a un lado encontrarte las tiendas de moda más cool del momento y al otro lado, una calle totalmente desierta sucia y abandona de la antigua zona este de la ciudad. El contraste se repité en muchos lugares. Las baldosas que señalan la situación del antiguo muro delimitan el ratro del telón de acero. Es muy normal encontrarte con edificaciones soviéticas de ladrillos rojos o grandes bloques de edificios que aún perduran. En esas zonas, las calles son silenciosas, apenas habitadas y donde apenas pasean personas. Los charcos de agua son sus únicos habitantes. Por contra, el Berlín moderno se erige en la cúpula del Sony Center como talismán del capitalismo.
Mientras seguía el rastro del muro, choqué con rastros de la historia de la ciudad. Llegué hasta la plaza de Marx y Hengels muy cerca de la torre de telecomunicaciones que construyeron en su día los rusos como símbolo de su avance Tecnológico y que se puede apreciar desde cualquier parte de la ciudad.
Es curioso y paradójico pero cuando el sol de mediodía luce se forma un reflejo en la cúpula en forma de cruz católica. Berlín es cosmopolita, miles de jóvenes llenan sus calles. Es una ciudad muerta que renace que sigue reinventándose. Visité la plaza de la Ópera, la Bebelplatzdonde donde Hitler mandó a quemar todos los libros que atentaran contra el tercer Reich y el pensamiento nazi.




El Bunker donde se quitó la vida junto a su mujer Eva Braun hoy es un aparcamiento que pasa desapercibido. El ayuntamiento solamente ha colocado un discreto cartel que alude al lugar. No muy lejos de allí a unos cien metros se encuentra el monumento al Holocausto. Es una gran extensión de unos 19000 m2 de monolítos de color gris que sobresalen de un suelo totalmente desnivelado y que crean un gran laberinto que simbolizan la pérdida de la esencia del ser humano. Paradójicamente el monumento está construído sobre el antiguo bunker de Himmler , comandante en jefe de la SS. Anduve entre los monolitos durante un rato. Parecía que el tiempo se hubiese detenido.La sensación de agobio comenzaba a asfixiarme. Algunos jóvenes jugaban a encontrase entre el laberito de piedras. A veces en algún cruce alguien aparecía mirando hacia lo alto. No había saludos en ese momento, sólo respeto. El respeto que han sentido los habitantes de Berlín por este monumento.

Dicen que Berlín es la ciudad de los graffitis. En los cientos de lisos y grises monolitos, no se distinguía ni un rasguño, ni una pintada, nada que empañara el sobrió pero impactante recuerdo de lo que aquello representaba.


Cayó la noche. En Berlín se vive intensamente. Caminando por una de las avenidas principales decidí ir a tomar algo , una chica morena muy guapa se me acercó vestía unas botas blancas que le llegabana las rodillas. Y un corsé de color rojo. Me habló educadamente sobre un local, o por lo menos eso supuse. No la entendía porque me hablaba en alemán. A cincuenta metro una rubia despampanante me volvía a asaltar , parecía sacada de una revista de Playboy , supuse que estaba ante la relaciones públicas de alguno de los bares de la zona porque muchos chicos se paraban a hablar con ella yla zona era muy transitada con locales comerciales, bares, restaurantes y coches. Más adelante vi a otras cuatro chicas iguales todas con ojos claros, rubias y tremendamente guapas.


Vestían prendas similares y siempre estaban acompañadas por algún hombre que hablaba con ellas. Todas eran altas sin un mínimo de grasa de mas y con cuerpos perfectos. Fui tonto, pero al final me di cuenta de que se trataban de prostitutas según me dijo un cocinero de un Kebab dónde comí. No entendí muy bien como podían hacer la calle. El olor que desprendían era maravilloso, como si sus pieles estuviesen bañadas en agua de rosas y jazmín. Cuando pasabas junto a una de ellas no podías evitar sentirte tremendamente atraído. Demasiadas emociones para un día, así que decidí irme a la cama para descansar.
El día siguiente me esperaba otra larga caminata por la ciudad y el viaje nocturno para cruzar la frontera polaca.

1 comentario:

Dani P. Álava dijo...

Pues menudo viaje que te pegaste! La verdad es que la descripción de Berlín que has dado es completamente cierta. Estuve en todos los lugares citados, y probablemente te refieras al final a la manzana donde se mezclan los pubs punks y los de alta clase, recuerdo salir alguna noche por allí y también haber visto bastantes turcos con shishas dentro. berlín es un lugar gris de día, pero por la noche el ambiente se prolonga hasta la noche. Pues eso, a ver por qué ciudades polacas pasaste, para ver si coincidimos en alguna. Un saludo