domingo, 16 de noviembre de 2008

DESDE NORMANDÍA A AUSWITCHZ (BERLÍN II)

El segundo día berlinés lo utilicé para ver la ciudad en bicicleta. El día anterior me había percatado de una empresa que alquilaba bicis justo debajo de la torre de comunicaciones así que alquilé una. La perspectiva de Berlín desde una bicicleta cambia. Se puede circular perfectamente por toda la ciudad sin ningún problema. Acondicionada para ello, el relieve es prácticamente plano. Visité la llamada "isla de los museos" situada en medio del Rin. Allí se ubican nada más y nada menos que 153 museos. Como no tenía tiempo suficiente para verlos todos decidí apreciarlos desde fuera.
Me acerqué al Reichtag, la sede del parlamento alemán, por el mismo puente por el que entraron los rusos durante el asedio a la ciudad en 1945. Una explanada de verde césped se extiende a lo largo de todo el frente del parlamento donde los berlineses van a pasar la tarde de camping, a leer o simplemente a tomar el sol. El Reichtag mantiene la misma estructura extrerior que en 1945 pero su interior ha cambiado. Su cúpula fue destruída por completo. Famosa es la foto de un soldado sovietico enarbolando la bandera roja con la hoz y el martillo tras la victoria en la batalla de Berlín. El techo hoy está conformado por una nueva cubierta de cristal. Subí a lo alto del edificio. La cúpula de cristal me saluda al subir en forma de escalera de caracol. Uno se marea si se ve reflejado en sus cristales mientras sube. Una vez arriba las vistas de Berlín son maravillosas. Desde allí se extiende toda la gran ciudad con la torres de comunicaciones sobresaliendo en el horizonte. El Reichtag y la puerta de Branderburgo delimitan el Berlín este y el oeste. Me acerqué a la gran puerta que fue el símbolo del derrumbamiento del muro en 1989. Allí hay una placa que rememora aquel día en el que los berlineses saltaron el telón de acero simbólicamente estrellando sus coches contra el muro. Hoy es centro de encuentro de los turistas que se hacen fotos posando como maniquies. La gan avenida que da a la puerta se encuentra en el Berlín capitalista. A un lado se extiende el mayor parque de la ciudad. Me adentré en él con la bicicleta. Este lugar es un auténtico laberinto de árboles y naturaleza. Es el pulmón de Berlín. La temperatura con respecto al exterior baja 2 grados. Notas como la humedad entra por cada uno de tus poros y el aire se respira de otra manera. Hice una parada para comer una buena salchicha alemana y una gran jarra de cerveza, para luego visitar la gran columna o monumento a la victoria. En alemán se llama Siegessäule. Se encuentra en la rotonda Grosser Stern, en el corazón del Tiergartern. Este monumento fue construído en 1873, y conmemora las hazañas militares del ejército prusiano durante el siglo XIX. En el recuerdo me atacan las imágenes de la película de Win Wenders El cielo sobre Berlín o el video clip de U2 con su cantante Bono subido en lo más alto. Frente al monumento hay dos antiguos puestos de mando donde aún perduran las señales de metralla de ametralladoras y fusiles. No muy lejos de allí se erige un gran monumento dedicado al soldado soviético. Dos tanques y dos cañones lo franquean. Una gran mole, representa al soldado soviético. Sus manos son desproporcionadamente inmensas, simbolizan la mano del obrero proletario. No dejo de visitar el Check Point Charlie, lugar de transición entre los dos mundos antes de la caída del muro. El lugar hoy es un punto de atracción para turistas. Soldados yankis visten sus uniformes y se hacen fotos con los curiosos por un euro. Antes de regresar me doy una vuelta por la cancillería donde reside Ángela Merkel, en la rivera del río Spreed, cerca del barrio de la comunidad turca. Desde állí regreso de nuevo al centro para abandonar mi bicicleta. Tomo un tren que me acerca a las afueras, en Strafe Stralaver, cerca del O2 Arena, un moderno pabellón donde se suelen celebrar grandes conciertos y eventos deportivos y culturales. Frente a él se encuentra la prolongación más larga de muro que queda en pie. Un kilómetro y medio de graffitis y hormigón decorado con firmas y esencias de personas que han pasado por allí. Cerca, las casas de Okupas con sus ladrillos rojos y ennegrecidos por la humedad, se prolongan a lo largo de su camino. Después de andar durante un rato me dirijo a Maver Park. Es domingo y allí el mercadillo está animado. Miles de personas caminan por los puestos, se hablan distintos idiomas, es una aglomeración de culturas, alemanes, españoles, rusos, árabes, regatean en cada puesto. Aquí se puede encontrar de todo. Desde flores de cuero hechas a mano hasta dinosaurios de plástico. Para no marcharme de vacío, compró una cinturon con una hebilla de cinturón gris con el escudo de la antigua RDA tras un duro regateo con un checheno. Aún falta una última parada que tenía pendiente. Subo de nuevo al tren que me lleva al otro extremo de la ciudad, a la estación de Zooligischer. Esta zona es moderna, repleta de grandes almacenes y tiendas de deporte. Me detengo un rato a observar la iglesia en ruinas del Kaiser Guillermo, que fue bombardeada en la segunda Guerra Mundial y que aún sigue en pie peleándose con los grandes edificios modernos que la rodean. Unos cuantos metros más adelante, está el zoo de Berlín. Necesitaba pasarme por aquí. El zoo y la estación aparecen en un relato corto de un antiguo compañero de la Facultad de periodismo de La Laguna, Daniel Ortiz "Suceso en un zoo ilógico". Muy recomendable su Lectura. En su día, en clase, me dejó leer el borrador del relato que me encantó. Pocos meses después ganaba el primer premio de relato corto de CajaCanarias en Tenerife. Aquí se desarrolla parte de su historia cuyo protagonista, Andy Tirzo, libera todas las aves del zoo. La tarde caía y poco después me dirijí a la estación de Gesundbrunnen. A las 20.10 horas salía mi tren hacia Cracovia. Esa noche cruzaría la desconocida para mí, frontera Polaca.

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