domingo, 2 de noviembre de 2008

DESDE NORMANDÍA A AUSWITCHZ (UNA TARDE EN ETRETAT)


Después de recorrer toda la costa de Normandía durante dos días desde Cherburgo hasta Caen. Decidí ir a Etretat para descargar un poco mi mente de tanta historia. Tras cruzar el gran puente del canal de La Havre, me adentré por pequeños caminos llenos de vegetación, El gps me marcaba que iba por el buen camino, pero lo cierto es que pensé más de una vez que me perdía hasta que llegué al pequeño pueblo marinero. No era muy diferente en organización urbana a lo que había visto con Arromanches , Bayeux e incluso Rennes. Pero Etretat tenía algo especial. El pueblo está situado junto a una costa releta de acantilados de arena blanca. El día que llegué parecía que la ciudad estaba de fiestas. Muchos turistas paseaban por la calle principal a pie. El centro era precioso. Las casas con techos y acabados en madera pintadas de colores distintos se sucedían las unas con las otras con un aire medieval. Muchas de ellas tenían adornos de bronce en las fachadas que se asemejaban a viejas casas galas. El trajín de personas que cruzaban de un lado a otro no dejaba de hervir el ritmo del lugar. Varias gaviotas sobrevolaban mi cabeza. Sabía que la playa estaba cerca, al final de la calle. Cuando alcancé el fondo, subí unas escaleras y allí estaba. La gran playa con sus cayados blancos impolutos, erosionados por el el vaivén de las olas. El día era espectacular. La playa estaba invadida por turistas de fin de semana y lugareños. Las gaviotas campaban a sus anchas por el lugar, se acercaban a los visitantes como si no les tuvieran miedo. Algunas de ellas se posaban en una las barandillas del paseo marítimo y permanecían inmóviles en plena simbiosis con los tejados, los coches, y demás mobiliarios urbanos.
Cuando vi la playa de Etretat comprendí al instante porque Monet se había sentido atraído por pintar el paisaje que se presentaba a mis ojos. A los dos lados de la playa dos grandes estructuras de piedra sobresalían de grandes acantilados en forma de ojo de aguja, conformando una puerta de roca natural de mas de 50 metros de altura. Decidí acercarme a una gran cueva que se situaba justo en el ala izquierda de la playa y a donde se dirigían en cola los turistas. Guiado por el instinto, bajé a la playa y seguí descalzo por las pequeñas rocas y guijarros que hacían de la playa un macro manto de masaje para la planta de los pies. Cuanto más me acercaba podía apreciar el bajío de la marea que había dejado al descubierto un ecosistema de musgos, algas marinas con pequeños charcos de agua donde las gaviotas reposaban sus alas cansadas. Una gran pared de roca blanca se extendía ante mí, la bordeé hasta llegar a la cueva. Se hacía cola para subir otra pequeña escalera que te conducía a la entrada de una mini cueva que atravesaba la montaña. Roído por la curiosidad y tras adentrarme en ella, dos minutos más tarde llegué al otro extremo.
En la puerta había dos guardianes que nos habían avisado de que sólo podíamos estar 15 minutos en la otra parte.Al salir de la cueva la playa contigua, era impresionante, de igual cayado blanco pero al fondo, un gran puente de roca natural y un roque blanco gigantesco, la hacían una delicia, un lugar de postal para la vista y para el descanso. Como solo disponía de pocos minutos, tomé varias fotografías y me tumbé unos minutos cerca de la orilla justo frente al gran roque para disfrutar de la brisa y de aquella playa salvaje, a la que sólo se podía acceder por donde mismo había llegado. El guardian toco un pito, a través de un megáfono nos invitó a volver antes de que la marea nos dejara atrapados en el lugar. El mar iba a empezar a subir y al cueva de ascenso se podría innundar rápidamente.
Volví sobre mis pasos y una vez de nuevo en la explanada verde de algas me decidí a subir a lo alto de la montaña para ver los acantilados desde otra perspectiva. En la base de la playa, otro bunker antiguo grafiteado servía como monumento de bienvenida. Tardé 15 minutos minutos en subirla, Sobre todo por el intenso calor que hacía. Cuando llegué a lo alto puede observar la maravillosa vista de Etretat. Toda la zona de los acantilados se podia recorrer por pequeños senderos. a unos 500 metros estaban otros dos roques que sobresalían desde el mar. 15 minutos mas tarde etaba en el otro extremo, La vista desde allí era priviegiada , la playa en la que había estado anteriormente se extendía desde las altura ante mí. Una familia descansaba junto a un perro de colores peculiare con pintitas negras, blancas y naranjas. Hice varias fotos a la playa desde la altura. Detrás de mi , seguián alargándose los acantilados con un faro solitario a lo lejos.
Desde allí se podía pasar a los dos roques que se pegaban al acantilado por un delgado sendero. El paso era bastante estrecho. 50 o 70 metros de caída hacia abajo y el vértigo comenzó a hacer estragos en mis piernas.Logré pasar a la roca con más pánico que otra cosa, Mis oídos se volvieron sordos por un instante, saque una foto al frontal de acantilado pero me sentía muy inseguro. Sentí que pedía el control de mi estabilidad por unos momentos. Las piernas comenzaron a temblarme y volví a la plataforma firme del acantilado arrastrándome casi a cuatro patas.

Regrese a la playa principal antes sin dejar de fotografíar a varias aves que se posaban a descansar entre los bonitos recovecos de los acantilados. Más abajo, en el mar, una canoa surcaba el agua pasando justo por debajo de los ojos de agujas naturales. Había estado caminando casi una hora todo cuesta arriba, asi que había llegado la hora de tomar un baño. Bajé a la playa y me lanzé al agua el agua. Podía cortar la piel de lo fría que estaba. A unos 100 metros de la orilla había un embarcadero. Nadé hasta él, subí y descansé durante unos quince minutos hasta que me sequé por completo mientras dos adolescentes franceses dialogaban animosamente lanzándose y subiéndose a la plataforma constantemente. El sol ya había bajado bastante. Regresé a la orilla, me volví a secar y terminé el día tomándome una buena cerveza y un helado en aquel maravilloso pueblo, que había servido con balneario para finalizar mi aventura en Normandía.

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