martes, 23 de diciembre de 2008

EL LOCO DEL VEDADO








Su demencia era romántica. Podría estar loco o no. Hablaba sólo, pero feliz. Reía de vez en cuando, gesticulaba con intermitencias. Ni siquiera me pedía dinero, cantaba un son por Compay. Me lo encontré por fuera de un cine, en el Vedado de la Habana. Cerca del mítico Copelia, la tienda de Helados de “ Fresa y Chocolate”, No sé si era homosexual pero sus gestos amanerados me obligaban a pensarlo. Con delicadeza, caminaba contorneando sus caderas, sin complejos, sin compromisos. Cantaba y me hablaba como mirando a otro sitio. A ese lugar que sólo él conocía. Ni siquiera se inmutó cuando acerqué el objetivo de mi cámara a pocos centímetros de su cara. Su ternura me abrumó en una tarde calurosa. Nunca le pregunté el nombre. Me regaló un nuevo retrato de las gentes de la Habana.

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