viernes, 2 de enero de 2009

AHORA

Esa noche, medio mundo ahoga sus penas pasadas y celebra las ilusiones futuras. Tras el tintineo de los chinchines, corren ríos de champán, de cava y la gente augura que este será su año.
Inocencio Bonil yace sentado en su sillón favorito en la terraza alta de su casa. Desde allí aprecia el inmenso mar oscuro que esta noche se ilumina con el clamor de los fuegos artificiales. En el salón ha dejado la tele encendida. A lo lejos en la ciudad, se celebra una fiesta muda, silenciosa. Observa la magnificencia de los fuegos artificiales que estallan en sus pupilas pero con un sonido ahogado. Ni siquiera es capaz de escuchar las bocinas de los coches o a la gente, que en la calle, ha despertado sus cotillones del largo letargo de un año entero. Nada pasa por su cabeza porque a Inocencio Bonil se le han marchado las ilusiones futuras. Por una pajita sorbe una Cocacola en lata. Su mujer duerme en la habitación contigua abrigada por dos viejos edredones que él mismo confeccionó como regalo de bodas. De aquello hace ya 11 años. Nada queda de aquellas sensaciones porque a Inocencio Bonil ya no le interesa su mujer. Duerme junto a ella imaginándose libre algún día. Incluso hay noches en las que, mientras ella duerme, se masturba a su lado mirándola y recordando que en esos mismos edredones le hizo el amor apasionadamente , sin tapujos, sin tabúes. Inocencio Bonil sabe que nunca más vivirá una pasión similar a la que experimentó en su día con ella. El tiempo se marcha y se arrepiente de no haberlo aprovechado mejor. Siempre estuvo pendiente de los problemas de la casa, de las responsabilidades del trabajo, de tener un futuro garantizado, de ahorrar para cuando fueran mayores, pero todo eso ya no tiene sentido. Inocencio Bonil piensa ahora en sí mismo porque lo necesita para sobrevivir. Ya no es consciente del tiempo. Ni siquiera de que acaba un año y comienza otro. Su alma, su reloj vital ha cambiado de cuerda. El pasado no existe, el futuro tampoco. Todo es un ahora eterno mientras piensa que no está escrito, que si ahorras dinero ahora, más adelante vivirás más tranquilo. Se autoconvence de que el futuro no existe mientras la lata de Cocacola se hiela con el eco de su aliento. Su tiempo se ha convertido en un presente continuo y su pasado se desintegra en la memoria colectiva cuando suena la última campanada del año en la televisión. Lástima que no pueda escucharla ni a ella ni a su mujer que lo llama desde la cama para desearle por decimosegunda vez en su vida: feliz año nuevo

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